¿Tiene arreglo este Deportivo?

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

20 sep 2019 . Actualizado a las 12:05 h.

Lo menos preocupante de la crisis con la que ha empezado la temporada el Deportivo es la clasificación. Y con eso ya parece casi todo dicho. Después de seis jornadas tiene cinco pírricos puntos, los mismos que el Mirandés, que ve la liga como recién ascendido desde la primera de las cuatro posiciones de descenso. La zona de cambio de categoría, pero hacia el pozo de Segunda B, ocupa el inicio de liga del Dépor. Aunque, si el fiasco del final del verano del equipo solo fuese cuestión de que la pelotita entrase, el segundo proyecto de regreso a Primera encontraría coartadas. Basta mirar cómo iban a estas alturas de temporada otros clubes que terminaron celebrando en junio un ascenso. El último en remontar fue el Osasuna, pero cada año alguno de los boletos a Primera termina en equipos que remolonearon su arranque durante agosto y septiembre.

Si la clasificación no resulta lo peor, el problema del Deportivo es todo lo demás. No tiene jugadores diferenciales como la temporada pasada. De las manos salvadoras de Dani, el entendimiento de Duarte y Marí, la capacidad para asociarse de Expósito, la clase de Carlos Fernández y la eficacia de Quique González, el deportivismo ha pasado a ver los partidos a la espera de que caiga una faltita cerca del área para que Aketxe envenene el balón hacia la portería contraria. La plantilla se salpicó de incógnitas, y algunos chavales que parecían preparados para dar un paso adelante en su progresión todavía miden las diferencias entre foguearse en un filial o aparecer de esporádicos acompañantes en la élite, a llevar el peso de un aspirante al ascenso. Gaku y Vicente Gómez... ya tal. Y otros tantos se recuperan de lesiones. ¿Qué le queda al Deportivo? La impagable honradez de Álex Bergantiños, el rendimiento del nuevo lateral izquierdo y solo algunas intermitencias de Koné.

Mientras no encuentra la fórmula para dar orden, seguridad defensiva e identidad al equipo, porque todo parece faltarle por ahora al Deportivo de Anquela, al entrenador se le agradece la sinceridad con la que reconoce todos los males de este «desaguisado». Pero esa crudeza, tan alejada de los modernos manuales de coaching que convierten las comparecencias de los entrenadores en infumables discursos calcados de libros de autoayuda, tampoco juega a su favor. La grada se impacienta, afloran las dudas sobre ese dubitativo «a ver» con el que se refirió a su seguridad para arreglar la situación y el nerviosismo va subiendo hacia el palco.

¿Tiene arreglo, entonces, este Deportivo? Solo si se vacía rápido la camilla, Anquela encuentra pronto una identidad y un puñado de futbolistas desdibujados justifican las expectativas con las que se suelen acompañar en verano los fichajes en Riazor y que tantas veces desaparecen con las primeras nieblas del otoño.