Anquela aún tiene crédito

TORRE DE MARATHÓN

Solo una debacle en Cádiz precipitaría la salida del entrenador, pero una derrota, aunque fuera honrosa, provocaría que el encuentro contra el Mirandés en Riazor fuera ya una final para el técnico jienense

20 sep 2019 . Actualizado a las 13:33 h.

No hay ultimátum. Al menos, de momento. A Juan Antonio Anquela todavía le queda crédito como entrenador del Deportivo. A pesar de la nefasta clasificación, la pésima primera parte contra el Numancia y el mal cuerpo que dejó el empate final cuando el equipo ganaba por 3-1 en el 87, en la plaza de Pontevedra no se plantean su despido inmediato. Ni siquiera perdiendo en Cádiz. Solo una debacle en el Carranza precipitaría el despido del jienense. Cualquier otro resultado lo mantendría en el cargo, aunque una derrota, por muy honrosa que sea, lo situaría en capilla. Tendría el partido contra el Mirandés en Riazor, una semana después, que marcaría definitivamente su futuro.

En la actualidad, en su contra juega más casi la imagen derrotista que transmite que la confianza que pueda haber en sus conocimientos como entrenador. La rueda de prensa pospartido del miércoles provocó que dentro del consejo de administración hubiera miembros que mostrasen dudas sobre la conveniencia de mantenerlo en el puesto.

«El fútbol ya sabes cómo funciona. Pero solo puedo preocuparme de trabajar cada día. A ver si soy capaz de arreglar este desaguisado que tenemos, que es bastante peligroso», declaró en tono fúnebre.

La plantilla

Vaivenes que han generado dudas en el vestuario

Después del descrédito que se granjeó José Luis Martí en el vestuario del Deportivo, Juan Antonio Anquela consiguió cambiar la visión del grupo hacia su entrenador. A pesar de su edad y de ser un técnico de los encasillados como de vieja escuela, demostró a sus jugadores estar actualizado. Y les hizo creer.

Sin embargo, los últimos cambios de rumbo, con numerosas variaciones tanto en el once como luego durante el desarrollo del partido, situando a jugadores fuera de su sitio natural, ha provocado que la plantilla comience a tener dudas. Una pequeña falta de confianza que de ir a más podría tornarse en peligrosa.

El presidente

Zas mantuvo una conversación con él al término del duelo para darle ánimos

La imagen de Juan Antonio Anquela tras el duelo era la de un hombre roto. Absolutamente superado. «Yo no sirvo para disimular», comentaba hace unos días en una entrevista en La Voz de Galicia. Y el máximo mandatario blanquiazul, Paco Zas, no quiso dejar pasar el momento sin hablar con él. Apenas duró unos minutos la conversación, pero el dirigente trató de darle ánimos.

El director deportivo

Carmelo del Pozo dio la cara por él en una reunión antes del entrenamiento de ayer

La jornada de ayer estaba previsto que comenzara a las diez, con una rueda de prensa de Aketxe, que cumplió con el guion y compareció ante los medios mostrando su apoyo a Anquela: «Cambiar al técnico no es la solución», declaró el mediapunta vasco.

En el orden del día figuraba que media hora después (10.30) los jugadores saltarían al campo para ejercitarse. Pero no lo hicieron hasta casi dos horas después. El motivo, una larga charla de Carmelo del Pozo con la plantilla. Sin el cuerpo técnico.

En la sala de vídeo se escucharon diferentes voces, pero la principal fue la del director deportivo, que dejó claro a los futbolistas que, más allá de que Anquela pueda tener su parte de culpa, como entrenador, ellos son los máximos responsables de la situación y puso como ejemplo el partido de ayer o situaciones de errores individuales que han costado goles esta temporada, sin que el técnico pudiera hacer nada al respecto.

De esta manera, ratificó la continuidad del técnico y recordó a los jugadores lo mucho que se juega el Deportivo y que el objetivo no puede ser otro que ascender.

El técnico en el descanso

«No quiero cabezas bajas, de aquí no sale nadie hasta que me miréis a los ojos»

En el Deportivo hay dos Anquelas. El que comparece ante los medios y el que manda en el vestuario. Este último actuó el miércoles en el descanso del partido. La primera parte había sido tan pésima que alzó la voz.

Lo hizo en una caseta llena de caras descompuestas y no solo por el cansancio del partido. El entrenador fue duro con sus jugadores. Ante la escena de ver a muchos de sus hombres mirando hacia el suelo sin reaccionar, se mantuvo firme: «No quiero cabezas bajas, de aquí no sale nadie hasta que me miréis a los ojos». Les recordó que jugaban en Riazor y que no podían dar esa imagen. Les exigió otra puesta en escena. Explicó que él entendía que no hacía falta cambiar el sistema, solo la actitud del equipo.

«No salimos hasta que os vea convencidos de que se puede remontar», insistió antes de enfilar el camino hacia el campo. El Dépor del segundo tiempo fue otro. Más ambicioso. Vertical. Con más fútbol. Del estilo de Anquela. La charla había surtido efecto. Hasta que los minutos finales llegaron, faltó el otro fútbol y se regaló lo conseguido.