El Teresa Herrera del 2001, antesala del Centenariazo y primer disgusto de Zidane en España

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

El Deportivo venció al Madrid de los Zidanes y Pavones con una actuación estelar de Víctor

09 ago 2019 . Actualizado a las 15:58 h.

Los 2.800 millones que el Deportivo había pagado al Espanyol, el fichaje más elevado de la historia del club aún hoy, para poder traerse a Sergio González a Riazor dos días antes se quedaban en nada frente al dorsal 5 del Real Madrid. Sergio no llegó a tiempo para jugar el Teresa Herrera del año 2001 en el que sí estaba Zinedine Zidane. Todavía en pleno cambio de euros a pesetas, era difícil saber qué cifra mareaba más. 71,6 millones en moneda europea. 12.500 millones de pesetas. El francés se plantó sobre el césped de Riazor aquel 12 de agosto sobre el verde tras eliminar al Cruz Azul en las semifinales. Los coruñeses se deshicieron sin demasiado apuro del Nacional de Montevideo.

Aquel fútbol no sabía de números rojos. Solo los de aquella pretemporada de dorsales atípicos. Y camiseta sin publicidad. Molina; Manuel Pablo, Hélder, César y Capdevilla; Émerson y Duscher en un rocoso centro del campo; Víctor y Amavisca en las alas; Valerón sirviendo balones a Makaay en el once de Irureta. Vicente del Bosque probó con César, Míchel Salgado, Geremie, Iván Campo, Karanka, Flavio, celades, Zidane, Raúl, Figo y Morientes. Los dos últimos campeones frente a frente. Los dos próximos finalistas de Copa del Rey cara a cara. Todos ellos, rodeados de más de 30.000 personas.

El Madrid comenzó mandando. «La situación de excesivo repliegue tanto de Duscher como de Émerson fracturaba el equipo por la mitad y aislaba a Valerón y a Makaay, que naufragaban en punta. En ese vasto desierto central, Flavio, Celades y Zidane encontraban el caldo de cultivo adecuado para trenzar jugadas», decía la crónica de La Voz de Galicia al día siguiente. Los blancos buscaban principalmente a Luis Figo. El portugués, primer desembolso ultramillonario de Florentino, ya había superado su primer año como blanco levantando el título liguero. Zidane, segundo chaparrón de millones, le acompañaría aquel curso para metas mayores. También ese año Pavón se unió al primer equipo, pero fue más titulares que fútbol. Ya como entrenador blanco reconoció que nunca le gustó aquello de Zidanes y Pavones.

Fue precisamente el portugués el que abrió la lata. Pero fue un espejismo. Víctor Sánchez del Amo hizo estragos. Karanka tuvo pesadillas esa noche con los mil y un quiebros que el exjugador blanco inflingió a la defensa. Él las ponía y los delanteros remataban. El primero lo hizo Makaay con su clásico cabezazo picado para batir a César. El segundo, ya en el segundo acto, lo hizo Tristán -aquella temporada acabaría como pichichi- que lo celebró con ganas. Iván Campo le había echo volar por los aires y solo el hecho de que la pretemporada también suela notarse en el número de tarjetas sacadas por los colegiados le salvó de ver la roja.

Nunca Riazor volvió a ver las gradas tan pobladas en el decano de los torneos veraniegos. Los años anteriores las finales fueron protagonizadas por equipos de la talle del Lazio, Boca Juniors, Celta, PSV, Juventus, Barcelona, Sao Paulo, Bayern de Munich... Tras aquella edición del 2001 llegó Cruz Azul, América de México, Peñarol. Solo el Atlético y el Milan volvieron a elevar el cartel a los límites a los que A Coruña estaba acostumbrada. La afluencia cayó. 8.000 almas eran ya al final de la década.

El verano del 2013 el Real Madrid volvió a A Coruña para disputar el torneo. Ganó 0-4 en una edición a partido único con el Deportivo en Segunda División. Todo era distinto.