César Quian

25 jun 2019 . Actualizado a las 17:39 h.

Mucho se ha hablado estos días del miedo de Arsenio Iglesias en 1994 por preparar la fiesta antes de lograr el objetivo. Hubo en el Deportivo un excesivo temor a que se hiciera realidad la frase del siempre atinado Bruxo de Arteixo: «Cuidado que nos la quitan dos fociños».

Desde el pitido final del partido de ida, que concluyó con victoria blanquiazul por 2-0, hubo miedo a admitir que la eliminatoria estaba muy a favor. Que enfrente se encontraba un equipo totalmente merecedor de estar ahí, pero que un año antes había militado en Segunda B. Y que, simplemente con marcar un gol, el Mallorca tendría que hacer cuatro para evitar el ascenso blanquiazul.

Martí se apresuró a recordar que este mismo año, la Champions había vivido eliminaciones con renta mejor.

Desde el club no se quiso variar ni un ápice la agenda de la semana anterior, cuando se logró hacer valer en Málaga el 4-2 de la ida.

El consejo de administración se negó incluso a contratar un chárter más grande para que las familias y, si sobraban plazas, aficionados, acompañasen al equipo. Los directivos no querían distraer la concentración de los jugadores. Podía también interpretarse como una preparación de la fiesta. Se cerró de forma casi secreta un pacto con el concello y el aeropuerto para retrasar el cierre del aeródromo y que, en caso de ascenso, el avión aterrizara en Alvedro para continuar la fiesta por las calles de A Coruña.

Al final, tal era el temor a variar cosas o al qué pensarán, que cualquier contratiempo fue magnificado interiormente por los protagonistas: la avería del avión, los petardos de madrugada, la inmovilización obligada de la policía camino del estadio...

De esta manera, llegó el equipo a Son Moix con rostros cariacontecidos y una carga de temor a perder lo que tenían en la mano que no era normal. En lugar de ir a rematar la faena, conscientes de la superioridad, los futbolistas saltaron al campo timoratos por miedo al fracaso.

En esa hipótesis del qué dirán encajaría también que Martí alineara un equipo lleno de futbolistas ofensivos y sin mediocentro destructivo para, al fin y al cabo, repetir el partido de Málaga. De toda la vida, si pones delanteros es para atacar; y si quieres defender, pon defensas. Lo otro, una nueva muestra de falta de naturalidad.