Manos de Dani, serenidad de Carlos y falta de reacción de Martí

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

28 may 2019 . Actualizado a las 11:03 h.

Cuando Carlos Fernández tomó aire, y a la mente de medio Riazor regresó la imagen de Djukic, al Dépor vino Dios a verlo para rescatarlo de un año más en Segunda División. Porque, a diferencia del serbio, al sevillano no le temblaron las piernas. Quizá la frialdad que pueda tener un cedido haya jugado a favor de los blanquiazules en un lance crucial como el de esta noche.

El Dépor obtuvo el premio a la insistencia. A la competitividad durante la primera parte. A cuatro meses de sufrimiento por no ganar en casa. A que sería injusto que, tras un inicio tan bueno, la Liga se acabara tan pronto. Y, quizá, en esos segundos que pasaron desde que Carlos Fernández inició la minicarrera hasta que Riazor atronó al grito de gol, el camino hacia Primera División volvió a despejarse mínimamente. Ya no es imposible. Solo sigue siendo muy difícil. Algo más que hace una semana, pero algo menos que en el minuto 93 del encuentro.

Mejor pensar que los once metros que volvieron a hacer latir el corazón blanquiazul servirán de punto de inflexión para que la mente de los jugadores de Martí se despeje y esos centros y remates que últimamente parecen de Segunda B empiecen a tomar tintes de Primera.

El gol de Carlos debe servir para coger impulso y confiar en las posibilidades. Pero no para perder de vista el grave problema que tiene este equipo. Una vez más, el Dépor está vivo porque Dani Giménez metió no se sabe ya cuántas manos mientras José Luis Martí titubeaba en el banquillo sin introducir alguna modificación que impidiera al Mallorca irse de Riazor con el play-off asegurado.

La victoria está ahí, pero ahora el equipo es el único que puede hacerla buena. Es la hora de los jugadores. Es la hora del entrenador.