En una temporada en la que el único objetivo válido es el ascenso y en el que la mayoría de los futbolistas están mostrando excesivos altibajos, hay un nombre que sobresale en las quinielas de todos los aficionados como el mejor del Dépor: el de Edu Expósito. Por su condición de joven, por haber subido del Fabril y porque está exhibiendo una regularidad que ya celebrarían tener otros como Fede Cartabia, a quién todavía se le espera de verdad esta temporada en Riazor.
La acción del catalán en la segunda parte, cuando sienta a dos defensas del Alcorcón y manda el balón al larguero, es de las que valen el precio de una entrada de un partido de fútbol. Jugada de estilista experimentado. Del que se ve superior. Del que nació con clase.
Un malabarismo en poco más de una baldosa de un futbolista por el que el pasado verano ya estuvieron interesados algunos clubes de Primera División. Un jugador con una cláusula de rescisión asumible para algunos clubes importantes (diez millones de euros) y, junto con Diego Caballo, con la ficha más baja de la plantilla. El sueldo mínimo estipulado por la AFE y la Liga para un futbolista de Segunda División.
Le quedan todavía tres años y parece perfectamente identificado con la ciudad y con el club, pero la manera en la que ha irrumpido en la Segunda División hace peligrar su futuro como blanquiazul. Cuando es preguntado al respecto, él sonríe, se acuerda de su abuela Ana, mira al cielo y responde: «Estoy donde quiero estar y soy feliz». Siete palabras de compromiso que precisan de la complicidad económica de un Dépor que ha de proteger su patrimonio.