Un intocable menos para el Deportivo

Pedro José Barreiros Pereira
Pedro Barreiros A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

GONZALO BARRAL

Quique jugó contra el Lugo sus primeros minutos como suplente desde que llegó a A Coruña

08 ene 2019 . Actualizado a las 21:54 h.

Pocos delanteros hay de carácter más coral que Quique. Su sobresaliente arranque liguero, cuando coronó con nueve goles las trece primeras jornadas, se convirtió en el de todo un Deportivo más efectivo que brillante, con más puntos que corazones rotos por su juego. Pero los coruñeses avanzaban en la clasificación en pos del ascenso directo gracias al viento a favor de los puntos de Riazor y mientras el delantero pucelano se destacaba como su mejor ariete, un acierto de fichaje de principio a fin.

Pero algo se rompió para el siete blanquiazul y para su equipo desde aquella desafortunada segunda parte contra el Numancia. Ninguno de los dos han vuelto a parecerse a sí mismos. El Dépor ha encajado seis goles en tres jornadas y media (hay que contar las once anteriores para alcanzar esta misma cifra de tantos en contra), pero ha sumado cinco puntos mientras se defiende como gato panza arriba en el tercer escalón de una tabla cada vez más comprimida en sus primeras posiciones. La efusividad goleadora de Quique se ha quedado reducida a un gol (de penalti) en los siete últimos encuentros, cuando sus datos de ataque han caído significativamente.

El eficaz delantero, que acertaba con la portería en más de la mitad sus disparos a puerta (22 de 41 hasta la decimoséptima jornada) y con el gol en nada menos que 10 de esas 22 ocasiones, ha mudado a cifras más modestas en la temporada en que se destacaba como el fichaje más caro del pasado verano blanquiazul. En las cenizas de su peor momento, de sus últimos 236 minutos apenas se pueden rescatar dos chuts (ambos a portería, incluido el gol de penalti al Zaragoza) y ha regateado dos veces con éxito.

El caso es que el bache se ha revelado suficiente como para que el pucelano, hasta ahora santo y seña de las alineaciones deportivistas junto a los sobresalientes Duarte y Dani Giménez, se sentase el domingo por primera vez en el banquillo. Hasta ahora, siempre que había estado disponible había partido como titular. La recuperación de Carlos Fernández, también destacado de los cuatro primeros meses de Liga, aunque quizá no un rematador al uso, inclinó al técnico a devolver a la alineación a la pieza de la que había carecido desde que se había lesionado en el partido contra el Majadahonda.

Pero el sevillano no se reencontró de inicio con Quique, con el que se parecía entender en el campo como si llevasen jugando juntos toda la vida. Si en Majadahonda ya se había descubierto que Vicente Gómez no siempre iba a ser el director de orquesta del rombo blanquiazul, esta vez no se reeditó el dúo dinámico con el que el Dépor se había ganado la condición de temible goleador de Segunda. El siete blanquiazul había encajado como un guante en las virtudes y defectos del juego de su compañero, al que lo mismo liberaba para el desmarque, que olfateaba cuándo iba a darle un pase o dónde iba a rebotar su remate. Por eso sorprendió muchísimo que el pasado domingo Natxo González no le diese entrada hasta los once minutos finales, como segundo cambio para variar el sistema y lanzarse a la yugular de un Lugo que ya jugaba en inferioridad.

En el derbi Quique (Valladolid, 1990) salió con tantas ganas que hasta se le vio saltar junto a Carlos Fernández en pos del centro de Caballo que pudo dejar la victoria en Riazor en el último suspiro. Sus estadísticas durante aquellos escasos minutos se completaron con dos faltas cometidas, un fuera de juego y un pase bueno en campo propio.

La presencia en la alineación de Borja Valle, autor de sendos goles contra el Numancia y el Zaragoza, esta vez acompañando al dorsal 18 blanquiazul, no zanjó esa racha de diciembre y enero en la que el Dépor apenas ha cosechado una victoria. Todo puede mejorar el sábado (20.30 horas, Gol) en Mallorca, donde los coruñeses cerrarán la primera vuelta. Otra vez con muchas miradas en la elección que el entrenador vasco haga de sus delanteros, pero con una certeza en el ambiente: que la temporada está dejando cada vez menos deportivistas intocables.