Quique González: «Me hice futbolista gracias a un anuncio publicado en el periódico»

TORRE DE MARATHÓN

GONZALO BARRAL

El «pichichi» del Dépor recuerda cómo su madre lo apuntó a una prueba del Valladolid

27 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ha pasado un día y medio desde que firmó dos goles en su debut en Riazor y ya ha sido capaz de asimilarlo. Muchas emociones. Está feliz. Relajado. Habla con ganas. Con una pronunciación cómoda. No excesivamente rápida. Pero le gusta insistir mucho en la idea que tiene. En el trabajo. En la humildad. En la Segunda tan complicada que le ha tocado vivir. Y, de repente, los ojos de Quique González (Valladolid, 1990) se achinan más de lo que por sí los tiene y le brillan también de manera inusual. Recuerda su infancia. A sus amigos. Las horas de estudios. Los partidos en la pista de futbito. Y le entra nostalgia. Pero también felicidad por haber visto cumplido el sueño de un niño al que, probablemente, la fortuna le permitió llegar a ser futbolista. La suerte de que su madre viera un anuncio en un periódico en el que se buscaba futbolistas. Sí. Pero también el trabajo de un currante que no da un balón por perdido ni una carrera por desaprovechada. «Si de algo puedo estar orgulloso es de que a mí nadie me ha regalado nada. Si he llegado a un club del prestigio del Dépor es porque me lo he currado», sentencia.

-¿Qué le viene a uno en la cabeza cuando firma un partido como el del lunes?

-La pena es que el estadio no estuviera acabado. Una noche como la del otro día la vives como un poco en una nube. Luego en casa, fríamente, te paras a pensar y… Soy mucho de pensar ese tipo de cosas y valorar… Es algo muy bonito. Son cosas que te quedan ahí. Momentos, noches, días que no olvidas. En el momento no lo saboreas tanto como con el paso de las horas o los días.

-¿Podría decirse que ese partido está en su top-5?

-Sin duda. Porque debutar en casa en un club de la historia del Deportivo, ganar y marcar dos goles... Está a la altura de uno con el Almería en el que nos jugábamos la permanencia y también hice dos tantos, el primero de chilena. Y también con mi estreno goleador en Segunda... Espero con el tiempo pueda bajar posiciones, porque me queda marcar en Primera, hacer un hat-trick, meter el gol de un ascenso o permanencia... Sería bonito poder cumplirlo en A Coruña.

-En una nube de palabras con sus declaraciones, la palabra «humildad» aparecería destacada. ¿Es un discurso preconcebido?

-No. Es lo que pienso. Aquí nadie es más que nadie y si no tienes humildad vas mal. Lo primero que uno tiene que hacer es mirarse su ombliguito y trabajar al máximo. Olvidarse de excusas. Cuando toque jugar, tener autocrítica. Eso te hace crecer como jugador y, si al final todos hacemos lo mismo, el grupo saldrá reforzado. En cambio, si uno se deja llevar, el otro busca excusas donde no las hay…

-¿Se está controlando mucho eso en el vestuario?

-Sí. Hay un grupo humano muy bueno. Y eso se tiene que notar en el campo. Al final, cuando hay una buena atmósfera, acabas rindiendo más.

-¿Por qué y cómo llegó a triunfar en el fútbol?

-Nadie me ha regalado nada. He tenido momentos no tan buenos, cuando estando en el Valladolid, el club me quiso sacar. Es jodido para un canterano que te quieran echar con contrato. Pero no había vuelta atrás. Y aposté, primero, por jugar en el filial, en Tercera, y después por irme a Segunda B. A veces tienes que tomar decisiones y dar un pasito atrás. Metí 24 goles en el Guadalajara y me llamó el Almería, entonces en Primera. Nunca hay que perder la fe en lo que haces. Tenía claro que quería ser futbolista.

-Dicen los que lo conocen que es el yerno que todo padre desearía tener.

-(Risas) Aquí todo el mundo tiene lo suyo. Yo no soy perfecto. A nivel deportivo, venir a entrenarme es mi pasión. Soy feliz. Y eso es un lujo. Me gusta pararme a pensar de dónde vengo, lo que me ha costado y así valoras más dónde estás. Por eso uno no se puede conformar y dejar escapar lo que tiene. Luego, fuera, todos tenemos nuestras cositas.

-Por ejemplo, ¿mala uva en el campo? Porque sorprende verlo a veces rebelarse.

-No me considero un vinagre en el campo. Sí que puedo ser incordio peleando cada balón. Y a veces, pues si veo que uno hace una entrada absurda o con mala fe, sí que me cabrea. Pero ya le digo que no me considero un vinagre.

-¿De dónde viene?

-Vengo de una familia que me ha educado en valores. Yo me lo he currado, pero si no fuera por lo que me enseñaron en casa, tampoco hubiera llegado.

-¿Cómo fue su infancia?

-Nací en el centro de Valladolid, pero con cinco años me fui a una urbanización que pertenece a Simancas. Y allí me tiraba todo el día con la pelota. Es algo que no se te olvida. Era muy feliz. Echaba muchas horas con los amigos, jugando... Era lo que más me gustaba y ahora se ha convertido en mi trabajo. Soy un privilegiado.

-¿Mantiene los amigos?

-Sí. A veces tardamos en vernos y con el tiempo haces nuevas amistades, pero los de la urbanización siguen estando ahí. Tuve una infancia que no cambiaría y mis amigos me la recuerdan.

-Habla de los valores que le inculcó su familia...

-Respeto, educación, trabajo, confianza en lo que uno hace. Que siempre esté seguro de mí mismo. Tener esa confianza es muy importante, porque en el fútbol no es todo tan fácil como la gente cree. Y si no eres fuerte mentalmente, puedes desfallecer. Tengo la profesión más bonita del mundo, pero la gente ve a Messi o Cristiano y creen que todo es muy fácil. Y no es un camino de rosas. No solo por lo que te privas, sino porque hay lesiones y a veces trabajas toda la semana y no juegas, y otra semana igual...

-Pero está muy bien pagado.

-Sí, pero la comparación hay que hacerla bien. Me explico. Yo tengo amigos que curran diez horas para ganar poquísimo. Y me siento privilegiado, insisto. Pero también hay gente que compara lo que cobra Cristiano con un médico normal. Pues, con todos los respetos, no puede ser. Lo que cobra Cristiano hay que compararlo con lo que percibe uno de los dos mejores médicos del mundo. Y dicho esto, doy gracias por haber nacido con un don que me ha permitido ser futbolista.

-¿En qué momento se da cuenta de que tiene ese don? ¿Fue el típico niño que de pequeño se peleaban los clubes por él?

-Qué va. Podría decirse que me hice futbolista gracias a un anuncio del periódico. Le cuento la anécdota. Yo tenía unos once años y comenté en casa que me apetecía meterme en el equipo del colegio. Entonces, mi madre vio un anuncio en el periódico de que en el Valladolid hacían unas pruebas. Y me apuntó. Tuve suerte y entré. Y allí sí que empecé a destacar, jugando en alguna categoría con los de mayor edad. Hasta que me llevó el chasco del primer equipo.

-¿El fútbol antes que los estudios?

-Para nada. Siempre fui un buen estudiante. Hasta que llegué a la carrera. Empecé Derecho, pero luego se me hizo muy cuesta arriba. Pero siempre tuve claro que había que tener una formación mínima.

-¿Y después del fútbol, qué?

-Algo relacionado, pero no tengo claro el qué. No soy de los que se ven entrenadores.

-Además de jugar al fútbol, ¿sabe de fútbol?

-Aunque solo sea por lo mucho que veo, creo que algo sé. Yo, por ejemplo, no soy de redes sociales ni de jugar a la Play. Me gusta ver partidos a todas horas. Y no solo de Primera. Puedo verme uno de Segunda B sin problema.

-¿Cómo lleva las críticas?

-Pues creo que bien. Soy fuerte mentalmente. Le doy mucha importancia a este aspecto. Ni hay que crecerse con los elogios, ni venirse abajo con las críticas. El equilibrio es fundamental. Uno mejor que nadie sabe cuando lo ha hecho bien o mal, así que las críticas no deben afectar tanto.

-¿Utiliza psicólogo?

-No, soy más de apoyarme en experiencias para crecer mentalmente. Todo lo que te ha pasado en la vida te sirve para madurar.

-Es positivo.

-Pensar negativamente no lleva a ningún lado. Y en el fútbol, menos.