El último partido de la temporada del Dépor sirvió para ver cosas extrañas: jugadores importantes que, de repente, no son convocados con la excusa de una próxima convocatoria para el Mundial, o, quizá, por futuras ventas. Nos olvidamos de que esta es una plantilla profesional. Pero me congratulo de que, al menos, hayan podido despedirse dos futbolistas diferenciales. De nuevo se vio que el equipo mejoró en los últimos veinte minutos con Adrián y Lucas en el campo. Atacó de forma natural, sin forzar demasiado, ni buscar la heroica, simplemente gracias a poner en el campo a sus dos mejores futbolistas.
En cambio, no me gustó la sustitución de Valentín, quien no pudo jugar los noventa minutos, pese a que parece que va a ser importante la próxima temporada. Decidido que Rubén no va a jugar y la inclusión de Koval, no entendí el último cambio, ni vi nada que justificase la presencia de Tyton, un jugador menospreciado toda la temporada.
Creo que en Primera no hay ningún partido intrascendente. Me hubiera gustado que el Dépor saliese con su mejor once dispuesto a cuadrar unos números lamentables. Por ejemplo, el de goles encajados, 76, una cifra de la que solo nos damos cuenta de su magnitud cuando comprobamos que en tantos marcados solo el Barça y el Madrid superaron esta cifra.
Finalmente, la permanencia quedó a catorce puntos. Si, pese al descenso, el Dépor hubiese ganado las tres últimas jornadas, hubiese recortado la distancia a cinco. La pena es que el Deportivo se ha dejado ir. Mujaid, una promesa con paso testimonial por el Fabril, saltó directamente al primer equipo. ¿Qué opinarán Fornos, en el banquillo de Mestalla pese al partido del filial, u One?
Son demasiadas preguntas por responder en un partido para acabar con la dignidad intacta, en el que dieron la cara los de siempre.