El rechazo inicial que al principio Seedorf despertaba tiene que ver con que la gente está harta de la improvisación en las decisiones que tienen que ver con el equipo. Muchas veces da la sensación de que no hay nada previsto y que de alguna manera te echas en brazos no sé si del primero que pasa por la puerta, pero sí que sin tener completamente claro lo que buscas. Y eso lo capta la gente.
Pero pasan las horas y la gente se da cuenta de que la única posibilidad que había era un cambio de entrenador y al final te aferras a lo que tienes. Todos tenemos la imagen de Seedorf como una gran estrella del fútbol mundial y ese no deja de ser un aliciente más. Pero está claro que no se puede valorar su capacidad como entrenador, porque no conozco su bagaje.
En su presentación puso como ejemplo de su situación a Zidane, que tampoco tenía experiencia y sí que hizo buenas cosas. Está claro que el respeto del futbolista lo tiene, porque hay jugadores que muchas veces piensan que saben más que los entrenadores. Pero, en este caso, Seedorf puede mirar a la cara a los futbolistas, porque tiene mayor nivel que ninguno. Ese es un plus con el que cuenta y desde el que él apelará mucho al aspecto psicológico, porque cualquier solución pasa por que el vestuario se comprometa más que hasta ahora. Claro que hay un problema defensivo, pero las tácticas las llevan a cabo los jugadores, y eso justamente lo echamos en falta en este Dépor. Es curioso que en los últimos partidos de Cristóbal el público estaba más por el entrenador que por la plantilla.
Por eso, Seedorf estará conociendo las características del grupo de que dispone para poder adaptarse y sacarle el máximo rendimiento, porque en el fútbol tiene más relevancia el colectivo que el individuo. El Girona no cuenta con grandes individualidades, pero está en la mitad de la tabla por el grupo que viene fraguando desde la etapa de Segunda. Hacer funcionar al Deportivo como bloque es una de las claves para revivir en estas 16 jornadas finales.