El agotador alambre en el que se ha instalado el Deportivo

M. Piñeiro LA VOZ / REDACCIÓN

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

La afición explotó el sábado y empieza a mostrar la erosión psicológica de la séptima temporada consecutiva viviendo al límite

20 feb 2017 . Actualizado a las 22:52 h.

«Es normal que la afición pite. No le hemos dado ni una alegría en todo el 2017», concedió Juanfran Moreno, convertido en la voz de la conciencia del vestuario del Deportivo en las últimas temporadas. El lateral madrileño, comprensivo con la bulla del sábado tras perder en casa contra el Alavés, se ha arrogado una portavocía que funciona de cara a la relación de la plantilla con la grada, en tiempos de zozobra blanquiazul. Una zozobra que, aunque no es sólo del 2017, tiene al entrenador Gaizka Gartino en situación límite, pero que por encima de nombres y personas empieza a causar una corrosión en la moral de la afición, agotada psicológicamente por la tensión de una vida enquistada en el alambre al que se aferra el Dépor por séptima temporada consecutiva.

La estructura de la cubierta de Riazor muestra síntomas de corrosión, pero no es el único sostén del Deportivo que sufre por el paso del tiempo. La afición protestó el sábado, tímidamente si se compara con lo visto en otros campos en situaciones menos complicadas, en una leve explosión en la que subyace el agotamiento psicológico que lleva acumulado la masa social del club coruñés. Son ya siete años con el equipo al límite, por si no fuera poco en el campo también en lo económico. Las últimas seis temporadas se saldaron con un traumático descenso por primera vez en 20 años, un ascenso apurado hasta convertirse en récord de puntos, un nuevo regreso a Segunda, un ascenso mucho más trabajado y gris, y dos permanencias consecutivas en la última jornada. 

Este año, la cosa se esperaba algo más plácida. El club hizo una apuesta por fichajes (alguno de ellos millonarios) y por mantener en propiedad a piezas claves de las dos pasadas campañas. Y a pesar de las buenas intenciones  y ratos de fútbol más que aceptable, la mala fortuna puntual y las cuitas arbitrales, el fútbol ha ido empujando al equipo de Garitano a una nueva temporada abocada al sufrimiento. Sólo 4 victorias en 22 partidos, ningún triunfo lejos de Riazor y apenas 3 puntos sumados en lo que se lleva de 2017 han metido a los coruñeses en la lucha por evitar el descenso.

Aficionados cabreados al final de la derrota contra el Alavés
Aficionados cabreados al final de la derrota contra el Alavés Paco Rodríguez

El Dépor afronta unas semanas decisivas para su futuro, ligado de manera irremediable al de su entrenador. Gaizka Garitano capeó un inicio titubeante y decisiones cuestionables como la suplencia de Emre Çolak, además de un ambiente general poco receptivo al perfil del técnico vasco ante la sombra del acercamiento previo a Paco Jémez. Pero a pesar de enderezar el rumbo del Dépor y encararlo en la buena dirección aprovechando la calidad de Ryan Babel y la explosión goleadora de Florin Andone, el equipo se ha venido abajo en el 2017 y el exiguo balance de victorias tiene al ex del Eibar contra las cuerdas.

La figura del técnico en el club coruñés es otro síntoma claro del desgaste que se ha vivido en los últimos años: en seis temporadas y media el Dépor ha consumido a media docena de entrenadores (Lotina, Oltra, Domigos Paciencia, Fernando Vázquez, Víctor Fernández y Sánchez del Amo), y el séptimo se aferra a sus últimos asideros. Mientras, los 20.000 habituales de Riazor se sacudieron el sábado por vez primera la resignación y dejaron soltar algo de la frustración acumulada al ver, por séptimo año consecutivo, a su equipo sufrir para mantenerse en el lado bueno del alambre.