La dura experiencia que queda atrás

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

PACO RODRÍGUEZ

Compañeros de Bruno Gama en el Dnipro hablan de la difícil última campaña del jugador del Dépor

13 jul 2016 . Actualizado a las 16:24 h.

«Estaba en el vestuario, con la cabeza entre los brazos y el entrenador le daba voces. 'Bruno, ¿me estás escuchando?', 'Bruno, ¿qué haces?', 'Bruno, hazme caso'... Llegó un momento en el que Bruno levantó la cabeza y se le quedó mirando, sin decir nada. Eso le enfadó aún más, y le soltó: 'Bruno, ¿qué miras?'. Luego nos moríamos de la risa recordándolo». No, la vida de Bruno Gama en el Dnipro no fue fácil; especialmente en su último año. Un país en guerra, un club en quiebra, un técnico hostil... Por fortuna el plantel ucraniano incluía una animosa legión extranjera que hoy rememora los días difíciles que vivió el jugador del Dépor en su último destino.

Todos siguen unidos a través de un grupo de whatsapp, único vestigio ya de las barbacoas semanales en las que aliviaban la rutina. «Eran nuestros mejores momentos allí, esos ratos en casa de algún compañero fueron lo que más disfruté», explica el costarricense John Jairo Ruiz. El joven extremo milita ahora en el Crvena Zvezda serbio y contesta al teléfono desde la concentración del equipo en Eslovenia. «A veces fue duro -reconoce-. Algunas semanas el entrenador solo venía a los partidos y cambiaba el once con el que se había trabajado todos los días. Eso casi siempre perjudicaba a Bruno, pero él era un gran profesional. No se rindió nunca».

«Fue un honor trabajar con él, es un ser humano por encima de la media», proclama Edmar, que ya había coincidido con el técnico Myron Markevych en el Metalist y conocía sus métodos de entrenamiento. «Siempre dirigía sus equipos de esa manera, y además su estilo de juego no era al más adecuado para Bruno, demasiado balón por alto. A él lo metían en el campo cuando las cosas se le ponían difíciles. ‘‘Ahora, ahora me sacan’’, se lamentaba algunas veces, pero siempre se esforzaba al máximo». Es el relato de este veterano brasileño que adoptó el apellido Halovsky tras nacionalizarse en el 2011 para jugar en la selección. Entonces llevaba ya diez años en Ucrania. Tres después, le dieron un susto: le llegó una carta de reclutamiento para luchar contra Rusia.

La guerra no se sintió demasiado en Dnipropetrovsk, «pero claro que era un motivo constante de preocupación. Con mi familia allí, estaba intranquilo por ellos», admite John Jairo. Algo parecido le ocurría a Douglas Bacelar: «La ciudad siempre estuvo en calma, pero era un tema muy presente».

Un asunto que influyó decisivamente en el club, según detalla el cotizado central brasileño -atiende desde su tierra, donde se recupera de una lesión de rodilla mientras deshoja la margarita de pretendientes-. «La liga perdió mucho nivel y los equipos empezaron a entrar en crisis. No esperábamos que el Dnipro fuera acabar así -sostiene-; después de la final de la Europa League (en el 2015) creímos que todo iba a mejorar, pero ocurrió lo contrario. Hubo meses que ni siquiera cobramos nuestro sueldo, nada, y nosotros teníamos nuestros ahorros, pero era duro ver a los trabajadores porque muchos necesitaban ese dinero para mantener a los suyos».

En esa situación, «el entrenador empezó a primar a los más jóvenes porque eran los que tenían los salarios más bajos, a los que querían retener», señala Edmar. Eso desmotivó mucho al grupo de extranjeros y también restó minutos a Bruno, pese a que su nivel estaba por encima del de los más habituales. «No teníamos a otro como él, con su técnica, su habilidad, su velocidad...», asegura Douglas.

Las reuniones con los compañeros eran la vía de escape del portugués. En ellas, un tema recurrente de conversación «¿Que si me habló del Dépor? ¡Tantas veces!, ¡Todo el tiempo!», exagera Edmar. «Nos insistía en que teníamos que ir a conocer la ciudad, que echaba de menos A Coruña», añade John Jairo. «Decía que los mejores momentos de su carrera habían sido allí -relata Douglas-. Que era su casa y quería volver. Y lo logró».