Lo que menos hacía falta en la semana del comienzo de la Liga era un follón de vestuario, que ha salpicado al club entero, con intervención directa del presidente incluida.
Parece claro que Víctor se ha hartado del carácter de Luisinho y que quizá, fruto de este hartazgo (del que participan algunos futbolistas), se precipitó al anunciar a la plantilla que lo apartaba del equipo. Si piensa Víctor que la presencia del portugués es perjudicial para el grupo, hace bien en intentar su salida. Pero las cosas no suelen ser tan sencillas, con un jugador con contrato hasta el 2018, al que habría que indemnizar a costa del futuro delantero blanquiazul.
El técnico, sin querer, ha metido en un buen lío al club, que aceptaría la marcha de Luisinho siempre y cuando no le costara un euro ni afectara al tope salarial.
Tino Fernández lo dejó bien claro: no será el Dépor el que rescinda unilateralmente el contrato del lateral. Víctor Sánchez del Amo no fue tan claro. Primero porque no le gusta contar nada y segundo porque quizá tampoco pueda o deba hacerlo. Lo cierto es que Luisinho seguía apartado en la tarde de ayer.
La pregunta que habría que haberse hecho antes de todo el asunto saltara a la luz pública, era si el habitual mal café de Luisinho no es compensado por su calidad sobre el verde. El Dépor, bien porque el portugués esté apartado o bien porque se vaya, perderá potencial en el terreno de juego. Quizá gane otras cosas, Víctor sabrá, pero Luisinho es un muy buen lateral y un digno interior. Hay veces en las que hay que saber discernir lo que es un veneno en el vestuario de lo que es simplemente un futbolista molesto. Si Luisinho es un veneno, ábranle la puerta de salida inteligentemente. Si solo es jugador incómodo, habrá que lidiar con él, que en A Coruña en épocas no tan lejanas los ha habido muy difíciles de llevar.
No tardaremos demasiado en saber sobre el futuro de Luisinho. Pero mientras habría que centrarse en el partido ante la Real.