El Deportivo o el desafío constante a las leyes de la supervivencia

M. Piñeiro LA VOZ / REDACCIÓN

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

El equipo coruñés logra salvarse después de una temporada marcada por todo tipo de reveses y superando obstáculos dentro y fuera del campo

23 may 2015 . Actualizado a las 22:14 h.

Si hay un darwinismo en el fútbol, el Dépor es un desafío a las leyes de la supervivencia. Pocas cosas más podía hacer peor el equipo coruñés para buscarse el descenso, incluido un último partido agónico. Aún así, sacó la cabeza para respirar y dejó por debajo a otros tres equipos, sin tener que esperar a las decisiones de despachos. El Dépor logra una permanencia sufrida como pocas, lograda tras dejar atrás todo tipo de reveses y obstáculos, dentro y fuera del campo.

La temporada arrancó con renglones torcidos. Al despido de Fernando Vázquez justo antes de arrancar el trabajo veraniego y a la llegada de Víctor Fernández, le siguieron una gira por América que dejó pobres resultados y lesiones inoportunas. Además, los fichajes llegaron tarde, como viene siendo habitual en los últimos años, y alguno de ellos no lograron adaptarse en toda la temporada. El equipo coruñés sumó 4 de los primeros 21 puntos y los nervios no tardaron en aflorar. El Deportivo cuajó un ridículo sonado en el Sánchez Pizjuán y Víctor Fernández salvaba su puesto por primera vez con un gran triunfo sobre el Valencia en Riazor.

Para entonces, ya había reaparecido Lucas, pero también quedaba claro que algunas de las apuestas de la temporada (Medunjanin, Luis Fariña, Cuenca) decepcionaban por distintos motivos. La falta de gol y la flojera defensiva penalizaban a un Deportivo de buenas intenciones pero sin colmillo. La figura de un central fue la pieza perdida en el mercado de fichajes pese a la multitud de candidatos. Y en la vanguardia, Postiga tenía tantos problemas físicos como falta de acierto en sus apariciones.

A la victoria sobre el Valencia le siguieron siete jornadas sin ganar. Víctor Fernández salvaba otra bola de partido con el triunfo sobre el Elche, pero para entonces el Dépor estaba metido en una tormenta. Zarandeada la institución por lo sucedido antes del partido del Calderón, el ambiente era tan turbio como el ánimo y el juego del equipo. Aún así, el arranque de la segunda vuelta fue prometedor. Dos victorias consecutivas en Vallecas y ante el Eibar, más un empate sobre el Granada, catapultaban las aspiraciones de un Dépor que ganó aire cuando Álex Bergantiños tomó las riendas del centro del campo y también con los fichajes de invierno. Borges, Hélder Costa y Oriol Riera se sumaron al inédito Borja López. El rendimiento de los nuevos, sin embargo, acabó por no mejorar en exceso la media de los contratados en verano, algo que ha sido una rémora excesiva en un equipo donde otros nombres llamados a ser importantes (Insua, Juan Domínguez, Salomão) han sido actores muy secundarios en la película de la temporada.

Pasado el ecuador del campeonato, Víctor Fernández parecía haber encontrado con la tecla. Tras tontear con los tres centrales, se asentó en un once tipo de medio del campo hacia atrás, con variaciones buscando las individualidades que marcaran las diferencias en los últimos metros. Ahí sólo respondió con continuidad Lucas Pérez, que se echó el equipo a la espalda. No bastó: tras vencer al Eibar en casa el Deportivo enlazó 14 jornadas sin ganar, y en plena caída se le agotaron las vidas a Víctor Fernández. Plano hasta el tedio en una dolorosa derrota en Getafe, impotente ante el Espanyol, e incapaz de ganar al colista Córdoba en Riazor, el aragonés decía adiós tras unos meses de escasa conexión con la grada y resultados exiguos para sus buenas intenciones futbolísticas, pero con un Dépor todavía fuera del descenso a pesar de su paupérrima racha.

El Deportivo de Víctor Fernández fue inconstante en su fútbol: mezcló rasgos competitivos como los que mostró en los dos derbis contra el Celta, con preocupantes bajadas de tensión plasmadas en rotundas goleadas ante los mejores de la Liga. Su propuesta de buscar un «fútbol que emocione» se estrelló con la realidad de un equipo con serios problemas para iniciar la jugada, sin soluciones en el centro del campo y lastimado por la inconsistencia de los llamados a ser estrellas. Al Deportivo lo sostuvo en muchos tramos de competición la solidez de Fabricio, convertido en el mejor jugador blanquiazul de la temporada.

Aterrizó en A Coruña Víctor Sánchez del Amo y sólo su pedigrí de exmilitante de la era más gloriosa del Dépor revitalizó a la afición. Su Dépor siempre arrancó perdiendo (salvo ante el Levante) a pesar de competir con mayor empaque que el del otro Víctor, quizás por el sacrificio de todos aquellos que apuntaban al desequilibrio de medio campo hacia delante en la pretemporada. Víctor Sánchez se deshizo de Cuenca, Fariña, Medunjanin y José Rodríguez para entregarse al perfil más físico del Dépor. En el tramo final, dos goles de un central (Lopo, salvador en Bilbao y ante el Levante) permitieron llegar con opciones a la última jornada. No podía ser de otra manera: con 2-0 en contra ante el mejor equipo del año, el Dépor logró sobrevivir como sólo el club coruñés sabe hacerlo.