Centrocampista polivalente con fútbol en los genes

La Voz

TORRE DE MARATHÓN

13 ene 2015 . Actualizado a las 21:07 h.

«La sangre brasileña está en esa familia. Es un gran hombre y un gran jugador, que merece reconocimiento». El entonces seleccionador de Costa Rica, Jorge Luis Pinto, hablaba así de Celso Borges durante el último Mundial. Hablaba de él y de su padre. El mítico Guima, para los ticos. Aquel jugador de Maceió (Brasil) que (ya nacionalizado) asistió para que Medford batiera al meta sueco y enviara a La sele a octavos en su primer torneo planetario (Italia 90). Después, ya como técnico, dirigió al combinado nacional costarricense en las citas de Corea y Japón 2002 y Alemania 2006.

Cuando lo de Italia, Celsinho apenas tenía dos años. Se crio ajeno al perfil más popular del futbolista centroamericano. En una familia acomodada que le dio genes y recursos para brillar en el fútbol al tiempo que lo hacía en los estudios. Dedicó tiempo al kárate y a la música. Profundizó en su pasión por la batería mientras quemando etapas en el Saprissa, uno de los clubes más importantes de su país.

De su padre no solo heredó talento. También inquietud viajera. El progenitor entrenó en Guatemala, México, Panamá, Emiratos Árabes y China. El hijo, que hoy tiene 26 años, está cerca de jugar en España, y ya lo ha hecho en Noruega (Fredrikstad) y en Suecia (AIK). Brilló en todas estas ligas (ninguna de primer nivel, cierto), pero donde dejó mayor huella fue en la selección. Centrocampista polivalente y con llegada, ha dado varias asistencias y anotado numerosos goles (19 para el combinado nacional y seis este curso con los de Solna). Su tanto más memorable lo firmó desde el punto de penalti. Como especialista en esta suerte marcó el que abría la tanda del duelo de octavos con Grecia. Un día épico para Costa Rica, en el que Celsinho superó a Guima.