El de mañana será un encuentro con un componente emocional muy fuerte que el Dépor va a tener que saber controlar. El Valladolid no es un buen rival. Con un resultado positivo cerraría la temporada y qué mejor que hacerlo en su campo ante su afición. Una final para sellar una temporada fantástica.
Por supuesto, si hubiera menor tensión competitiva en el contrario sería todo mucho más fácil. Y es que a esa tensión hay que sumarle la del Dépor, que necesita un buen resultado para seguir en la lucha.
Como ya apuntó Valerón esta semana, será el partido más importante de la temporada. Enfrente habrá un equipo muy equilibrado tácticamente, con un balance de goles a favor y en contra que da una diferencia muy corta (-5). Una característica decisiva para tener éxito en el fútbol.
Poseen muchas alternativas ofensivas. Javi Guerra y Óscar desarrollan un juego completamente distinto al que te aporta Manucho. Eso hace mucho más difícil neutralizarlo. Además, ejercen una muy buena presión colectiva. Tuve a Djukic como alumno en la escuela de entrenadores y ya entonces me pareció un técnico con mucho futuro. Sabe seleccionar el momento y la zona del campo en la que presionar. Además, el Valladolid tiene una gran determinación para incorporarse al ataque a través de automatismos tácticos muy trabajados.
Ante esto, el Dépor debe intentar aprovechar la confianza de su buena racha. Tiene que ser muy compacto defensivamente. No puede ser un equipo largo, porque el Valladolid no debe encontrar espacios. Será necesario circular muy rápido el balón. No abusar de conducciones. Incluso jugar balones en largo si es necesario, aprovechando las condiciones de Riki.