Innovación y conocimiento: herramientas del campo para hacer frente a la crisis

Xoán Ramón Alvite Alvite
X. R. Alvite REDACCIÓN / LA VOZ

TERRA

ALBERTO LÓPEZ

Las granjas de la comunidad apuestan por la tecnología y por nuevas prácticas agronómicas para reducir sus costes de producción y mejorar la eficiencia en una coyuntura adversa

26 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El campo gallego está contra las cuerdas. Con un incremento de los costes de producción de casi el 40 % durante el último año, la inmensa mayoría de las granjas ni siquiera consiguen cubrir sus gastos con el dinero que reciben por la leche o la carne que entregan a la industria.

En este sentido, ni aún teniendo la ley de su parte —la nueva normativa sobre el funcionamiento de la cadena alimentaria prohíbe la venta a pérdida— consiguen repercutir sobre la materia prima que venden el encarecimiento experimentado por su actividad. Una situación que se ha agravado durante el último mes y medio con la invasión de Ucrania o la huelga de los transportistas.

Aún así, lejos de bajar los brazos, la mayoría de explotaciones han apostado por reinventarse y echar mano de la histórica capacidad de sufrimiento y superación de un sector acostumbrado a vivir en un contexto de crisis permanente. Bien sea con la puesta en marcha de nuevas prácticas agronómicas, realizando cambios en los sistemas de manejo del ganado o mediante la implementación de diferentes tecnologías encaminadas a reducir sus gastos fijos, las granjas gallegas vuelven a demostrar su condición de líderes absolutos, ya no solo en producción, sino también en capacidad de resiliencia.

Estos son algunos de los aspectos en los que los productores gallegos ya están actuando.

Piensos

Mayor cultivo de alimento propio. En lo que va de año, el precio del pienso ha pasado de no alcanzar los 300 euros por tonelada a superar ya los 400. Una situación especialmente preocupante para las granjas de leche que tienen en la alimentación del ganado el 65 % de sus gastos totales —una vaca de alta producción puede ingerir alrededor de 15 kilos diarios — o para los cebaderos de carne, cuyos terneros consumen más de una tonelada de concentrado a lo largo de su ciclo de engorde. Esto ha llevado a que muchas granjas hayan optado por reformular las raciones alimenticias de sus animales con el fin de encontrar la ratio ideal entre producción y coste primando siempre la utilización de alimento propio en detrimento del comprado. Aspecto este último que también queda de manifiesto en el interés creciente de los profesionales por aumentar la base territorial de su ganadería con el fin de producir la mayor cantidad posible de raigrás y maíz y poder reducir así la dependencia de los concentrados foráneos elaborados a base de cereal. 

Electricidad

Apuesta por la energía solar y el bajo consumo. Intentar reducir la factura de la luz es otra de las premisas con las que trabajan las granjas gallegas, principalmente las dedicadas a la producción láctea, que son también las que registran un mayor consumo. Entre las medidas que están poniendo en marcha destaca la instalación de paneles fotovoltaicos, una tecnología que ha sufrido una profunda revolución en los últimos tiempos y que ya permite, según señalan varios instaladores, ahorros eléctricos de hasta un 35 %.

La colocación de estas placas se complementa con otros elementos basados en el ahorro energético como es el caso de los recuperadores de calor, unos sistemas que aprovechan la temperatura de la leche —es necesario reducirla de los 38 grados a los que sale de la vaca a menos de cuatro — para, por ejemplo, calentar al agua que se usa en la limpieza de las instalaciones. También es el caso de los variadores de frecuencia, unos aparatos capaces de modificar y adaptar la velocidad de funcionamiento de las bombas de vacío —normalmente es siempre la misma —que se utilizan para el ordeño a las necesidades específicas de cada momento. Conviene tener en cuenta que tanto la extracción de la leche como su posterior enfriamiento suponen más de la mitad del gasto eléctrico total de una ganadería láctea. Otro 25 % de la factura total eléctrica se lo lleva el alumbrado de la granja, un aspecto al que las explotaciones están haciendo frente mediante la utilización de la tecnología LED de menor consumo.

Gasoil

Mejora del mantenimiento. El precio del gasoil agrícola ha pasado de los 95 céntimos que registraba hace justamente un año a los 1,45 euros que promedió durante el último mes. Este encarecimiento está pasando una importante factura a las granjas que observan con total impotencia como las cotizaciones más elevadas de los combustibles coinciden también con la época de mayor volumen de trabajo en el campo y, por tanto, de mayor consumo. Aunque reducir este coste no resulta una tarea sencilla, muchas explotaciones no han dudado en reemplazar aquellos equipos más antiguos por otros más eficientes y, sobre todo, incidir aún más en el correcto mantenimiento de sus actuales parques de maquinaria. Una labor que, según explican los técnicos, puede traer consigo ahorros de entre el 15 y el 25 % del consumo total de gasoil y de más de un 35 % en reparaciones mecánicas.

De forma paralela, muchos profesionales también han decidido realizar cambios en la forma de llevar a cabo diferentes tareas agrícolas con el fin de optimizar al máximo el uso de la maquinaria y el consiguiente gasto en gasoil.

Fitosanitarios

Agricultura de precisión. Tampoco los herbicidas, insecticidas o plaguicidas se han librado de los incrementos de precio. Buena prueba de ello es que productos como el glifosato —un herbicida total muy utilizado en Galicia— han duplicado su precio desde principios de año mientras que otros compuestos fitosanitarios destinados a cultivos de huerta o de vid se han revalorizado más del 30 % en poco más de dos meses. Si a esto se suma el hecho de que las exigencias derivadas de la nueva PAC junto a otras directivas europeas como el Pacto Verde o la estrategia «De la granja a la mesa», abogan por la reducción inmediata del uso de fertilizantes y fitosanitarios, la premura de los agricultores a la hora de tomar decisiones en este ámbito ha sido todavía mayor.

De esta forma, a la puesta en marcha de prácticas agronómicas más respetuosas con el entorno —rotación de cultivos, apuesta por leguminosas con capacidad para fijar nitrógeno en el suelo o cambios en los sistemas de aplicación de purines— los productores no han dudado en echar mano de las múltiples posibilidades que ofrece la llamada agricultura de precisión. Este novedoso concepto agrícola se basa en la utilización de tecnologías GPS, sensores o imágenes aéreas que facilitan información sobre el estado de los cultivos en lo referente, por ejemplo, a la existencia de plagas o malas hierbas. Esto permite al profesional actuar de una forma más rápida y localizada con el consiguiente ahorro de producto y, por tanto, dinero.

Fertilizantes

Valorización de los purines. En términos económicos, un metro cúbico de purín, tal y como apuntan investigadores del Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo (CIAM), referencia a nivel europeo en el estudio de valorización de los purines, tiene un valor medio de ocho euros si se equipara al coste que tendrían esos mismos nutrientes utilizando abono químico.

Teniendo esto en cuenta no resulta extraño que cada vez más explotaciones hagan lo posible por revalorizar este recurso ante la fuerte subida experimentada por los fertilizantes durante los últimos meses y que, en el caso de las fórmulas combinadas de nitrógeno, fósforo y potasio, han duplicado su precio pasando de 400 a 800 euros por tonelada o incluso lo han triplicado como ha sucedido con aquellos complejos a base de nitrógeno.

Así es que el trabajo de las granjas se está dirigiendo a dimensionar correctamente las fosas para que puedan almacenar la totalidad del purín que producen sus animales durante los períodos en los que no es necesario abonar.

En el contexto actual, también se está procediendo a cubrir estos depósitos con el fin evitar que la lluvia merme sus propiedades fertilizantes o a construir nuevos almacenes para albergar el estiércol, un subproducto que hasta el momento apenas tenía valor para la mayoría de explotaciones y que ahora está ganando mucho protagonismo en cultivos como el del maíz.