La luz que ilumina Torre Lombarda

cristóbal ramírez REDACCIÓN / LA VOZ

TERRA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La propiedad formó parte de las defensas de Allariz y luego fue curtiduría

25 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Un gran hispanista francés durmió hace tiempo en Torre Lombarda, en Allariz. «Un sitio magnífico, pero muy oscuro», dijo al marchar. Años después, lo primero sigue valiendo. Lo segundo, no. Lo cierto es que le sobra el «muy». Pero la luminosidad se la pone la historia y Mónica Calviño, la gerente, que no está allí desde que en 1999 se abrieron por primera vez las puertas como establecimiento de turismo rural, pero casi. Toda una vida profesional invertida entre esas graníticas paredes adornadas por balcones majestuosos desde alguno de los cuales se ve discurrir el Arnoia allá abajo, a los pies.

Aunque eso de que pasó allí la vida no es totalmente cierto: la mujer, en esa edad media en la que derrocha juventud, estudió Empresariales en Santiago, y luego empezó fogueándose en el más que recomendable cámping familiar de Parada de Sil (Canón do Sil es su nombre, y muy adecuado porque ahí justamente está) y al final hubo que decidirse, cosas de la vida, y con un tema igualmente familiar por medio eligió regresar a su Allariz casi natal. Allí vive, pegada a Torre Lombarda, Arnoia por medio.

Mónica habla mucho y con un tono tan alegre que cuesta pensar cuándo estará triste esta mujer que incluso lleva un llamativo vestido de colores, lo cual demuestra optimismo. Tiene carácter, desde luego, y no rechaza la autocrítica, algo fundamental en cualquier profesión pero quizás más en una hostelería que a veces cae en la rutinaria complacencia con gotas de presunción. Mónica no. Mónica tiene el convencimiento de que seguirá saliendo adelante con o sin pandemia. «Mellor sen ela», ríe. Y otra virtud: en toda la larga conversación solo tuvo palabras de apoyo e ilusión para los negocios de esa meca del turismo en que se ha convertido Allariz.

Esa ilusión la transmite en el negocio. Y el negocio lo define una propiedad municipal sobre la cual tiene una larga concesión. Un edificio de casi 600 metros cuadrados de enormes sillares cuyo origen hay que rastrearlo por el siglo XV adelante, cuando formaba parte del sistema defensivo de la villa. Con el paso del tiempo cambió de función y se convirtió en una curtidoría, que por cierto se ha salvado en gran parte gracias a una decidida y sobresaliente -y además continuada en el tiempo- gestión desde el Concello. Todo un ejemplo.

Los «pilos» de la entrada dan fe de ese pasado industrial, y sin duda eso es lo que le pareció oscuro al hispanista francés, porque lo es, porque se ha intentado mantener todo tal cual era y estaba. Pero también remite a esos tiempos una estancia, a la derecha de la entrada, que ahora se ha transformado en una sala para descansar mientras se ve la televisión, se lee o se comenta la estrechez de la centenaria letrina (por cierto, preciosa desde el exterior).

¿Y qué tiene de raro esa sala? Pues el suelo, que si fuera un tejado se definiría como a dos aguas: muy inclinado, primero en ascenso y luego en descenso, todo él, claro, de piedra, como el resto de la planta baja.

«E isto?». «Foi un lavadoiro». Y la mujer señala un pequeño cartel en la pared, que con dibujo y todo lo confirma. Espectacular. Otro cartel similar se halla en una de las paredes de la estancia que hace las funciones de comedor. El suelo, muy irregular al lado de una pieza enorme. «E isto?». «Os mulos tiraban desta enorme pedra, por iso ves tan desgastado o chan, dos sucos que foron facendo ao pasaren unha e outra vez». En ese comedor se sirven los desayunos y en ocasiones se acogieron celebraciones de muy poca gente. Mónica no descarta volver a dar comidas o cenas, como hizo en una temporada, pero tiene que pensárselo a fondo, dice.

Las escaleras -un pequeño detalle: sería necesario cubrir los laterales, no vaya a ser que algún pequeño tenga un susto- conducen al primer piso, donde a izquierda y derecha de un pasillo muy ancho se despliegan las habitaciones, en las cuales la gerente admite mascotas. Asegura que la limpieza posterior se hace muy a fondo, y lo cierto es que no hay olor a animal ni un solo pelo despistado.

Y si abajo es el pasado, arriba es el futuro. Porque los materiales y los colores presumen de un punto futurista. Puede apostarse a que no hay nada similar por el planeta adelante, lo cual le imprime más personalidad al establecimiento. El cual figura en Google Maps como «hotel sencillo con desayuno», sorprendiendo eso de «sencillo». Un establecimiento que tiene aparcamiento propio, al aire libre y situado frente a él, y con punto de recarga para coches eléctricos. Una pena que se hubiera dejado construir unas viviendas tan cerca, porque por ahí matan la vista. No, definitivamente Torre Lombarda no es oscura. La ilumina Mónica.