Cómo se llevan unas botas de 1990 en el 2014

La Voz REDACCIÓN

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El icono estilístico de los barrios raperos de EE.UU. y del grunge europeo vive una segunda juventud

11 jun 2014 . Actualizado a las 20:04 h.

Estaban tardando en aparecer. Los más nostálgicos las esperaban con inquietud, recordando las gestas libradas con ellas en la década de los noventa, cuando las botas de montaña, inspiradas en el calzado de los cazadores noruegos, tomaron los barrios raperos de la costa este de Estados Unidos para invadir, a continuación, medio mundo. Acababa de caer el muro de Berlín y Madonna cantaba a voz en grito Like a Prayer. Y las Timberland, las Panamá Jack y las Colorado se conviertieron entonces en otro icono estilístico más, complemento imprenscindible de las camisas de franela y las chaquetas de lana que tanto le deben a Kurt Cobain.

Veinticinco años después, reclaman de nuevo su sitio. Empezaron a asomar la cabeza a principios del año pasado para colonizar, aprovechando el nuevo 2014, también el armario femenino. La clave para su uso y disfrute actual es evitar por todos los medios parecer el guardabosques del Oso Yogui. Con esta idea bien clara, las instrucciones son alejarse al máximo del estilo montañero de pies a cabeza. Con la botas es más que suficiente. Revisitadas y rediseñadas en esta segunda juventud, podemos encontrar varios modelos en el mercado, entre ellos el de la colección exclusiva diseñada por la marca Cat para El Corte Inglés.

Tienen que ser de piel, condición indispensable. Lanzarse a la piscina con unas de gore-tex es demasiado arriesgado todavía si en nuestros objetivos a corto plazo no se encuentra hacer el Camino de Santiago. Al igual que entonces, las botas de montaña se ríen abiertamente de su denominación. Ideadas originariamente para echarse al monte (por una vez, literalmente), prefierieron decantarse por una vida más sibarita en el asfalto urbano. A diferencia que entonces (por poner tierra de por medio), esta vez regresan maduras, fortalecidas, incluso elegantes.

Las preferidas son las más discretas -si es que estas botas pueden ser algo mesuradas-, es decir, un modelo que no sea amarillo chillón. Evitar los tonos anaranjados, optando por diseños más neutros, en colores arena, tostados, incluso marrones oscuros o el negro, que nunca falla, te ahorrará que te confundan con un concursante de algún reality amoroso de televisión. Los más atrevidos pueden atreverse a incluír cordones en rojo o azul eléctrico. Es un buen ejemplo de una decisión arriesgada, pero no excéntrica.

Algunas, las máz reclamadas, tienen la suela de un color distinto al del resto de la bota, blanco o marrón claro, y la caña forrada de borrego, ideal para los meses de frío. Deben combinarse con vaqueros estrechos huyendo de dos tendencias demasiado habituales: desabrochar exageradamente los cordones y sacar la lengueta para fuera, y optar por pantalones demasiado largos que se arruguen hasta el infinito en los tobillos.

Para chicas, el resultado más moderno se consigue combinando las botas con shorts vaqueros, camisetas básicas y chaquetas largas. También son capaces de equilibrar un buen look si se llevan con vestidos cortos, de flores, con un aire bohemio y festivalero. Para el invierno son perfectas con pantalones muy pitillos, inmensos jerseys de lana y parkas con capuchas de pelo. Y nunca, nunca, a pesar de lo que recitaban nuestras madres, deben limpiarse con grasa de caballo.