Mafalda, la niña politóloga que nació de un anuncio de lavadoras

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Quino es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación

28 may 2014 . Actualizado a las 16:58 h.

Es pequeña, contestona, soñadora y bastante curiosa. Odia la sopa y el sistema mundial que conduce a tantos a la miseria y la guerra. Cuando Mafalda habla, sienta cátedra. Y quizás esa ha sido la principal razón que ha llevado a esta pequeña entrometida a convertirse en princesa de Asturias. Aquellos que durante cinco décadas han disfrutado con los avatares de Mafalda y sus amigos, saben de lo que hablamos cuando decimos que una tarde sentado en una butaca con unas cuantas viñetas de la pequeña argentina equivalen a un puñado de sabiduría histórica. Y es que su creador, el dibujante Joaquín Salvador Lavado (Quino) definía a la que ha sido su mayor creación como «el espejo de la clase media y de la juventud progresista».

Concienciada con la crítica situación de la sociedad, Mafalda ha conseguido convertirse en un mito que ha perdurado en el tiempo gracias a sus incómodas preguntas y la atemporalidad de su trasfondo político.

Pero, a pesar de la enorme carga moral de las viñetas de Mafalda, los inicios de esta pequeña politóloga fueron mucho más intrascendentes de lo que se pueda esperar. El personaje por antonomasia de Quino fue fruto de una campaña publicitaria frustrada, después de que al dibujante argentino le ofrecieran crear una tira de historietas para promocionar la marca de lavadoras «Mansfield», de la empresa Siam Di Tella. Los personajes de estas tiras, que funcionarían como publicidad encubierta, debían tener nombres que empezaran por la letra M, un hecho que llevó a Quino a tomar como punto inspirador una alegre niña llamada Mafalda que aparecía en la película Dar la cara. La estratagema de la agencia publicitaria cayó en saco roto y la campaña de Quino nunca se llevó a cabo. Este fue el germen de la Mafalda que hoy en día conocemos.

Miguel Brascó, quien había sido el cable entre Quino y la empresa publicitaria, decidió aprovechar el trabajo de su colega y publicó en el suplemento humorístico «Gregorio» de la revista Leoplán, de la que era director, tres de las tiras dibujadas para la fallida campaña.

Dos años más tarde, el 29 de septiembre de 1964, se publica la primera historieta -ya desvinculada del mundo publicitario- de Mafalda en el semanario Primera Plana. Así fue como Quino comenzó a construir un mundo en el que el espinoso universo de los adultos se edulcoraba desde la perspectiva de los inocentes ojos de un grupo de niños que acompañaban a Mafalda en sus aventuras diarias. Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Guille y Libertad no solo escoltarán a Mafalda en su largo camino hacia un planeta mejor, si no que además tendrán la difícil tarea de portar sobre sus hombros a todos y cada uno de los variopintos clichés de la sociedad de los últimos cincuenta años.

Susanita, el instrumento de Quino para representar el estereotipo machista que algunos hombres y también mujeres tienen (sobre todo hace 50 años) sobre la mujer, en antagonismo con Mafalda. Susanita es una niña cuyos sueños se reducen al matrimonio y la maternidad. Es una niña egoísta, racista, que vive de las apariencias y que menosprecia a los pobres, los rústicos y los ignorantes. Susanita es la viva imagen de la oligarquía más preocupada por la imagen y la apariencia que por las cuestiones que hostigan al mundo. Ella es la perfecta embajadora del machismo y la sociedad matriarcal, en la que ellas son las encargadas de sacar adelante un hogar con el apoyo económico que un buen marido puede darles.

Nada tiene que ver el contexto que rodea a Susanita con el que domina el mundo de Felipe, un niño que, inspirado en el amigo de Quino Jorge Timossi, representa al soñador que todo imberbe guarda dentro. Amante de los indios y los vaqueros, Felipe se convierte en el perfecto elemento del sueño americano en la obra de Quino, un niño que sueña con el poder y ambiciona convertirse en el conquistador del mundo entero.

El capitalismo tiene nombre y apellido en los cómics de Quino: Manolito Goreiro, un niño ambicioso, con grandes dotes de comerciante que representa a la perfección la figura del tradicional avaro. Hijo de un inmigrante español, Manolito pasa las horas ayudando a su padre en el almacén e invierte el tiempo de ocio promoviendo las ventas y publicitando el negocio familiar.

El inocente Miguelito camina por el tiempo siempre con una nueva pregunta que hacerse. Así, este soñador pequeño pasa las horas haciéndose cuestiones y planteamientos complejos y absurdos sobre la realidad del planeta. Llama la atención su enfervorizada devoción por Benito Mussolini, un entusiasmo curiosamente contagiado por su abuelo.

El nombre escogido para el personaje de Libertad no pudo ser menos deliberado. Convirtiéndose en el último de los personajes que se añaden a la tira de Quino, Libertad representa ni más ni menos que lo que su propio nombre indica. De muy corta estatura, otra característica perfectamente pensada, el resto de personajes llenarán las tiras en las que esta niña tenga un lugar de conjeturas y asociaciones respecto a su estatura y su nombre.

Los personajes que acompañan a Mafalda desde el principio son sus padres, la representación más fiel de lo que era la clase media en la Latinoamérica de hace medio siglo. Guille, su hermano, se incorporará cuatro años más tarde. Ellos serán los que estoicamente aguanten el chaparrón de preguntas (sobre temas tan variopintos como el gobierno, los bebés o la guerra) que cada día le rondan la mente a Mafalda. Su genialidad, cuyas historias pueden ser adquiridas en El Corte Inglés, ha conseguido sobrevivir a lo largo del tiempo a pesar de su político trasfondo, consiguiendo -como nadie ha hecho- seguir estando de actualidad.