Insectos, las tapas más nutritivas en Tailandia

EFE

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Al caer la tarde, una cohorte de vendedores ambulantes recorre las calles de la capital con una amplia variedad de hormigas, grillos, cigarras, larvas de gusano o escarabajos.

04 feb 2010 . Actualizado a las 14:12 h.

Gusanos, saltamontes, grillos y hasta doscientas especies de insectos hacen las delicias de miles de paladares tailandeses y de eventuales turistas que se apuntan, muchas veces ebrios, a la dieta de estos nutritivos invertebrados.

Antiguamente, los campesinos en el norte y noroeste de Tailandia los consumían como un complemento alimenticio por su alto contenido nutritivo.

En los últimos años, su degustación se ha vuelto muy popular en Bangkok, adonde fueron introducidos por las familias que emigraban del medio rural.

«Los insectos son perfectos como aperitivo para acompañar con una cerveza o un vaso de whisky, aunque también hay gente que los toma con arroz», señaló a Efe Sakorn Boonduang, quien se dedica a vender estas pequeñas «delicias» en un mercado de la capital.

Los precios oscilan entre los 150 bat (unos cuatro dólares o tres euros) por el kilo de escarabajos enanos a los 300 bat por el kilo de hormigas.

Preparados a la parrilla adquieren una textura crujiente y ahumada y se ingieren salpimentados, con pepinillos o bien unas guindillas.

Boonduang, de 31 años, explicó que la mayoría de los insectos tienen muchas proteínas y son bajos en grasa, con la excepción de las orondas larvas de seda, rellenas de una masa gelatinosa.

«Estas larvas son recolectadas en el norte del país, son las mismas que se utilizan para la elaboración de la seda», sostuvo la vendedora, quien añadió que algunas especies provienen de Camboya.

Muy cerca del puesto, una señora inserta ranas en forma de pinchitos que luego pone sobre unas brasas.

Su precio ronda los 80 bat por kilo (unos dos dólares y medio o un euro y medio).

Los turistas suelen contemplar con cierta repugnancia las ristras de batracios, con la excepción de los franceses, quienes sienten verdadera pasión por las ancas de rana bien preparadas.

Al caer la tarde, una cohorte de vendedores ambulantes recorre las calles de la capital con una amplia variedad de hormigas, grillos, cigarras, larvas de gusano o escarabajos.

Mientras que en Bangkok y en la región de Isán suelen consumir los insectos como una «tapa», en el norte del país algunos restaurantes elaboran verdaderos menús con platos como larvas fritas condimentadas con hierbas, pinchitos de escorpión acuático y escarabajos fluorescentes a la barbacoa.

La cada vez más extendida degustación de invertebrados ha llevado a algunos empresarios a enlatar estos pequeños manjares, que los tailandeses toman como si se tratase de frutos secos mientras andan por la calle o en casa.

No es raro encontrar a gente que considera la ingesta de «bichos» como un hábito exclusivo de aves y reptiles, pero los científicos coinciden en señalar los beneficios para la dieta humana de la entomofagia, como se conoce al consumo de insectos y artrópodos.

Un saltamontes contiene un 20 por ciento de proteínas, el filete de ternera un 27 por ciento y la oruga puede alcanzar hasta el 80 por ciento.

Algunos de estos invertebrados también aportan vitaminas, minerales, así como niveles de grasa más equilibrados que otro tipo de alimentos como el cerdo.

Además, los insectos producen proteínas a un ritmo muy superior a otros animales, veinte veces más que la vaca, con un consumo de agua mucho menor.

El mayor peligro de comer insectos consiste en que contengan insecticidas por las fumigaciones de los campos, por lo que es recomendable que estén bien lavados.

La entomofagia se practica en gran parte de Asia y África, y llega a considerarse alta cocina en países como México, Colombia y Costa Rica, así como algunas excepciones europeas como Italia, donde el queso casu marzu se deja fermentar con larvas vivas de insectos.

En la antigüedad, los griegos y los romanos degustaban con delectación una gran variedad de insectos, como cigarras y orugas.

Sin embargo, la mayor parte de los europeos en el presente no osarían llevarse a la boca un saltamontes o una termita a la brasa, aunque la langosta, al fin y al cabo un artrópodo al igual que la araña, se considera un manjar.