La muerte de Chiquito de la Calzada deja huérfano al humor surrealista

r. r. garcía REDACCIÓN / LA VOZ

TELEVISIÓN

Daniel Pérez | EFE

El genial cómico, un icono de la televisión, reinventó el lenguaje de los chistes

12 nov 2017 . Actualizado a las 01:13 h.

«Hasta luego, Lucas». A Gregorio Esteban Sánchez Fernández lo ha vencido una angina de pecho de la que no pudo recuperarse a sus 85 años, pero Chiquito de la Calzada sobrevive convertido en el mito que empezó a despuntar ya en 1994, tras su participación en el programa de televisión Genio y figura. Nadie mejor que él representaba el título de un espacio que dio a conocer a una nueva generación de humoristas, pero el artista malagueño era único. No era un contador de chistes, sino un chiste en sí mismo, con su gesticulación robótica y compulsiva, sus patillas colgando de la calva y, sobre todo, sus expresiones. Reinventó el lenguaje humorístico con un vocabulario particular que permanece aún en el imaginario colectivo.

El «fistro» «pecador de la pradera» falleció en su ciudad, en Málaga, convencido de que después de la muerte «seguro que hay Fanta y Coca Cola». Pocos personajes públicos han concitado, como él, la condolencia unánime del mundo del espectáculo, la cultura, la política y de la sociedad en general. Quizás porque la fama le llegó tarde, a los 62 años, y curtido ya en mil batallas. Nacido en 1932 en el barrio de la Trinidad (Málaga) se labró una carrera artística como cantaor flamenco y actor ocasional, con participación en series como Vacaciones en el mar, una trayectoria que lo llevó a vivir varios años en Japón, donde «una barra de pan costaba como un empaste y un filete la entrada de un piso». Pero «por la gloria de mi madre» que no lo tuvo fácil. «Yo he pasado mucha hambre, cantaba que quitaba el sentido, pero comía muy malamente», reconoció en una de sus últimas entrevistas.

Su vida cambió con su irrupción en Genio y figura, que convirtió a un desconocido en uno de los mayores fenómenos televisivos que se recuerdan. A partir de ahí nació un icono social. Pero tampoco le resultó fácil. Es más, estuvo a punto de ser eliminado del programa porque no le gustaba a uno de los directivos. Un jefe de Antena 3, donde se emitió, llamó directamente a Tomás Summers, director, guionista y creador del espacio para decirle que estaba muy bien, pero que «había que quitar a ese señor mayor». Summers lo convenció de lo contrario. Y no se equivocó. Había surgido una estrella que luego pasó también de la pequeña a la gran pantalla. El éxito lo acompañó durante años. Pero, más allá del personaje, Chiquito había creado escuela. Su estilo era único, pero muy imitable.

Movimientos nerviosos

Con sus movimientos nerviosos y sus historias surrealistas, en las que el desenlace era lo de menos, inventó un lenguaje nuevo y a veces incomprensible que no solo revolvió de risa a los espectadores, sino que también impregnó la lengua cotidiana de los españoles. «Jarl», «no puedor», «candemor», «cobarde», «diodenos», «guarreridas»... forman parte ya de las expresiones coloquiales.