Antes de que Roberto Vilar emitiese el encuentro con Julio Iglesias ya advirtió a los espectadores de que lo que iban a ver no era precisamente una entrevista. Y tal vez ahí esté el acierto del que ha sido el programa con más audiencia del show de la TVG. Que no importa en realidad el resultado de lo que finalmente se vio en pantalla porque lo que le pone a «las gentes», como dice Julio, es la emoción previa que Roberto Vilar y sus compañeros han conseguido mover en este encuentro. Lo mejor ha sido, visto lo visto, el despliegue y la expectación que se ha generado hasta movilizarnos a todos a sentarnos frente al televisor. El resto fue un delirio «tonecho» que lo mismo espanta que encanta, porque nos pone delante de lo que somos. «Gentes» tan entrañables como la madre de Roberto, capaces de llevarle al artista una tortilla en directo y soplarle al oído que está hecha con una «docena de huevos caseros»; y «gentes» que a la pregunta de dónde eres responden de «Vivero». Gentes a las que les importa poco lo que Julio tenga que decir, pero que se entregaron al aplauso cuando la madre de presentador confesó que el plato de la tortilla era de su vecina Fina, porque los de ella eran o demasiado grandes o demasiado pequeños. Esos detalles, y los sketches de Touriñán, son el auténtico canto a Galicia, hey. La no entrevista de Julio nos da exactamente igual.