Los futbolistas han convertido en una imagen clásica la celebración de las victorias con sus hijos sobre el césped por altas que sean las horas de la noche. El sábado, en la final de la Copa del Rey, el Barcelona volvió a mostrar esa tierna estampa recogida de forma extensa por Telecinco, que también se encargó de enfocar a lo largo del partido a los niños en las gradas del estadio para recalcar el carácter familiar de un acontecimiento deportivo de interés general. Se trataba solo de un recurso emotivo. Al otro lado del plasma, la progenie futbolera estaba pegada a la pantalla, pero el horario de protección infantil había terminado. Muchas familias lo recordaron de sopetón en el descanso del partido, cuando un anuncio de la versión peliculera de Los vigilantes de la playa llenó sus treinta segundos de gamberrismo adolescente, humor subido de tono y bromas eróticas en las redes sociales que convertirían al Mitch Buchannon de los noventa, el de David Hasselhoff, en un ingenuo asceta.
Las quejas sobre contenidos que incumplen los acuerdos de protección reforzada suelen sucederse, en unas cadenas más que en otras, pero ni siquiera aplicando la ley es posible aislar a los niños en una burbuja libre de escenas incómodas cuanto están frente al televisor. El único remedio infalible es el botón de apagado.