La joya de la corona

Beatriz Pallas ENCADENADOS

TELEVISIÓN

06 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la casquería zombi de The Walking Dead, los Caminantes Blancos asediando Juego de tronos y Black Mirror desasosegando a la sociedad tecnológica, una serie sobre la juventud de Isabel II puede sonar a ñoñería en desuso. Demasiados telefilmes han transitado por monarquías actuales acumulando caracterizaciones fallidas y sucesos de tabloide sin pulso narrativo.

The Crown no pertenece a esa categoría. La serie británica, flamante joya de la corona de Netflix, demuestra que no siempre los spoilers estropean una historia si está contada con la tensión y los silencios precisos. Sobre un guion de Peter Morgan, que perfiló a la reina Helen Mirren, el director Stephen Daldry tiende en los primeros episodios el lazo que arrastra al espectador ávido de series de época hacia el territorio donde la familia real deja ver su humanidad. Allí donde Isabel II es solo Lilibeth, donde regios salones y lechos con dosel acogen intervenciones quirúrgicas y embalsamamientos, donde ser reina por sorpresa no es un chiste de Disney. Su cuidada y millonaria ambientación permite otear tras los muros de Buckingham y asistir, al mismo tiempo, a las maquinaciones en torno a Churchill en el 10 de Downing Street. 

La primera temporada se centra en el ascenso al trono de la soberana, que, con 90 años recién cumplidos, dará pie a varias entregas más. Los fans isabelinos que disfrutaron en TVE con Sus Católicas Majestades tienen aquí un filón. Los huérfanos de Downton Abbey podrían adoptarla como sucesora.