Guion del buen presentador

Beatriz Pallas ENCADENADOS

PLATA O PLOMO

13 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que los presentadores dejaron de leer las noticias bajando la vista al papel y empezaron a hablar mirando a cámara, fraguó en el espectador la sensación de que sus discursos son una mezcla de improvisación y memoria prodigiosa. Este efecto se acentúa en los programas de entretenimiento, que ofrecen, cuando el engranaje funciona, una impresión de espontaneidad que va unida a la personalidad de sus estrellas. Los guionistas de estos espacios salieron a la luz el viernes para reivindicar que no existe programa sin libreto previo, lo cual no resta mérito a quienes se ponen ante la cámara para defenderlo.

Hace unos años, El hormiguero fue dos veces candidato al Emmy Internacional al mejor programa de entretenimiento sin guion pese a tener un equipo de más de veinte guionistas que planifican al milímetro cada prueba que se ve en pantalla más un plan B por si algo sale mal. Lo mismo ocurre con El intermedio, donde trece mentes pensantes discurren las chanzas de Wyoming sin dejar ni una coma a la improvisación. Y la receta mágica de Bertín, que ha hecho de la naturalidad la marca de la casa, es, según quienes lo escriben, ocho o nueve partes de guion por una o dos de espontaneidad. Su probada impericia en el manejo de la vitrocerámica se ha convertido en un chiste interno que ya forma parte del argumento del programa. Incluso Buenafuente, maestro en el arte de improvisar, incorpora ideas a su monólogo sobre la marcha a partir de un elaborado guion. Todos ellos confirman que, desde Shakespeare hasta hoy, las mejores improvisaciones siguen siendo aquellas que no dejan nada al azar.