Un terrorista que quiere redimirse a puñetazos

Miguel Anxo Fernández A CORUÑA.

TELEVISIÓN

03 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Hoy, 22.00 horas «The Boxer»

Danny Flynn se tira catorce años en una prisión de Belfast por haber participado en actividades terroristas del IRA. Cuando sale parece otro tipo, quiere olvidarlo todo y regresa a su barrio para reabrir un viejo gimnasio y dedicarse a preparar a jóvenes promesas del boxeo. De paso intentará recuperar el tiempo perdido junto a su antiguo amor. Será su manera de redimirse, pero al mismo tiempo, como ocurría en la Irlanda de los tiempos duros, no podrá deshacerse tan fácilmente de su pasado y de sus antiguos compañeros de viaje.

Daniel Day-Lewis, actor fetiche de Jim Sheridan en tres de sus filmes (con el primero de ellos, Mi pie izquierdo , Day Lewis logró un Oscar en 1989), se apodera del papel en la primera secuencia y ya no lo dejará hasta que la pantalla pasea los títulos de crédito.

Como buen irlandés, Sheridan se inició en el cine filmando lo que mejor conocía, su propio país y sus peculiaridades. En veinte años hizo diez películas, entre ellas la memorable El prado (1990) y sobre todo la siguiente y muy premiada En el nombre del padre (1993), basado en el caso de «los cuatro de Guilford», quizá el mayor error en la historia de la justicia británica, al condenarles a cadena perpetua por pertenecer al IRA cuando eran inocentes.

Reflexión sobre la violencia

Siguiendo su estela, Sheridan filmó cuatro años después The Boxer , nueva reflexión en torno a la violencia que asoló el país durante décadas, teniendo como trasfondo la rivalidad entre católicos y protestantes, con el Gobierno británico ejerciendo un importante papel agresivo. ?Aunque son muchas las obras que en los últimos años se acercaron a la violencia en el Úlster, en esta ocasión el conflicto se mantiene visualmente en un segundo plano, dejando al personaje principal el papel de catalizador de emociones y reacciones gracias a un modélico guión del propio Sheridan.

En la textura visual del filme, con una fotografía cruda y de aire inequívoco a documental, tiene mucho que ver el gran operador Chris Menges, que recoge el ambiente cerrado y casi claustrofóbico de unas calles militarizadas en las que reina la desconfianza. Si En el nombre del padre las referencias políticas eran más directas aquí Sheridan evita la tentación panfletaria para redondear un drama de amor, boxeo y redención.