Crítica | Recital del músico neoyorquino en Bruselas
19 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.?ace tres años Lou Reed defraudó a miles de gallegos con un extraño concierto en Santiago en el que apostó por varias caras b de sus discos más oscuros. El resultado fue que decepcionó a una mayoría ansiosa de sus temas más conocidos, pero también logró que un pequeño grupo de incondicionales salieran embobados del Monte do Gozo, sabiéndose afortunados por haber escuchado en directo canciones tan grises y desconocidas como míticas. Para minorías como esa, Reed se ha volcado ahora en una arriesgada gira dedicada a Berlín, su disco más tenebroso, hiriente e incomprendido, del que están a punto de cumplirse 25 años. No se engañe quien crea que éste es un álbum de rock al uso, porque se encontrará con una novela trágica y depresiva capaz de dejar su espíritu como un guiñapo. Berlín es una obra maestra, pero en su día apenas se vendió y sólo obtuvo lacerantes críticas. Desamor, prostitución, adicciones, malos tratos, suicidio... Ya saben, cosas raras de un roquero decadente y perdido. Unas 5.000 personas salieron anoche del Auditorio Forest National de Bruselas con la venturosa sensación de haber transitado de nuevo por la historia de Jim y Caroline, dos heroinómanos enamorados que desangran sus desdichadas vidas (y las de sus hijos) entre la pasión, los golpes y las sobredosis. Desde 1973 Reed no había tocado el disco en directo, íntegramente y con una formación clavada a la de la grabación original (dos bajos, dos guitarras, batería, piano, soprano, coro de adolescentes y orquesta de cámara). En Bruselas dio un recital exquisito, aderezado con la puesta en escena del cineasta Julian Schnabel, y dejó en los espectadores el eco de una de esas caras b con las que embobó a una minoría en Santiago: «Oh, Lou, / ¿por qué nos tratas así? / Sabes que cuando nos dejaste / nos rompiste el corazón».