Adiós al rictus

La Voz

TELEVISIÓN

Sin mando | Nueva temporada de CSI Las Vegas

04 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

David Caruso es un actor que sólo tiene un gesto, o más bien, un rictus. El mismo que le dio notoriedad en Policías de Nueva York y que, al no poder evolucionarlo (el rictus), le ha reportado una carrera cinematográfica más bien mediocre. Así que para él resultó una bendición que lo ficharan para la segunda franquicia de CSI. Para los telespectadores, no. Por eso hoy celebro el retorno de Grissom, que con su equipo de Las Vegas regresa al horario estelar de los lunes. Gil Grissom es un investigador nato, pertinaz, reflexivo. Horatio, que en el colmo del mal gusto se hace llamar H., se mueve por impulsos y acaba sacando la pistola con más frecuencia que el móvil. Para reforzar ese carácter sanguíneo, al pobre Caruso le colocaron un personaje con un pasado más retorcido que un tornillo del siete, con un hermano corrupto que está muerto, pero que no estaba muerto, aunque al final muere. Demasiado para la capacidad gestual de un tipo que soluciona con la misma cara el interrogatorio a un sospechoso que la caricia a una niña alucinada tras presenciar un crimen. A Grissom, que tampoco es que sea Marlon Brando, sí se le debe reconocer que se ha currado un personaje eficaz, con gancho y, sobre todo, creíble. Por equipos, el de Las Vegas también es mejor. La fría profesionalidad de Calleigh Duquesne comunica mucho menos que la más humana racionalidad de Catherine Willows. Stokes y Warren dan sopas con honda a Delko y Wolfe. En lo único que es superior Miami a Las Vegas es en el forense. Pero ni siquiera la sugerente eficacia de la doctora Alexx compensa la racanería gestual de Horatio. Grissom, te echábamos de menos.