La parodia se extendió a través del teatro de Lope y Calderón y sólo se suavizó en el siglo XVIII Xosé Ramón Barreiro defiende que las intrigas de la Corte contribuyeron a su difusión.
05 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Ser gallego viene de lejos y su mala prensa también. Los historiadores coinciden en señalar que el arquetipo para el gallego torpe se inicio en la Castilla del Siglo de Oro y tuvo entre sus propagadores a plumas tan brillantes como Lope de Vega o Calderón. Desde ese momento, en la literatura española y portuguesa se alimentó la parodia del gallego convertida en lugar común y exportada como un elemento popular más hacia las colonias iberoamericanas. En lo que no se ponen de acuerdo los historiadores es en el por qué de este arquetipo. Hay acuerdo en que tiene que ver la crisis económica de la época, la emigración gallega hacia la Corte y el hecho de que los gallegos se ocupasen de las tareas menos cualificadas. Sin embargo, para Xosé Ramón Barreiro, historiador y presidente de la Real Academia Galega, «non é suficiente que esta situación dos galegos para crear arquetipo, en condicións similar estaban os extremeños e non tiveron o mesmo tratamento». Para Barreiro hubo un condicionante político y una acción premeditada que hoy sería considerada una campaña de intoxicación. Según el presidente de la Academia «os Reis Católicos trasplantaron toda a nobreza galega á Corte e desde ese momento houbo sempre loitas dos distintos poderes territorias por gañar espazo na cercanía dos sucesivos monarcas». Estas luchas se mantuvieron y llegaron al siglo XVI en un momento en que la corona española estaba muy preocupada por la limpieza de sangre. Barreiro asegura que en esa altura «os galegos defendían ser a nobreza máis antiga da Península posto que non tiveran que mesturarse cos moros e esa posición de privilexio foi atacada desde outros sectores da corte mediante unha campaña de descreto na que apareceron nomes tan ilustres das letras de entón». La teoría de Barreiro está sustentada en la reacción que esta campaña produjo en los nobles gallegos. Fundamentalmente en dos de ellos. El primero, el conde de Gondomar, en aquel tiempo embajador de la Corona en Londres, quien escribe a uno de sus colaboradores en España dándole instrucciones para detener la continua burla que se hacía de los gallegos en obras literarias y teatros. El conde de Lemos comienza por su parte una campaña para contrarrestar la mala imagen galaica y llega al punto de escribir una obra El búho gallego , que describe una asamblea de aves en la que cada una representa a cada uno de los territorios, los cernícalos representan a los navarros por ejemplo, y en la conclusión de la misma se demuestra la habilidad del búho y, además, el apoyo que el águila, que representa a la monarquía, le presta. Xosé Ramón Barreiro considera que esta campaña estaba apoyada en la parodia de las figuras más humildes de la sociedad de la época, trabajadores que ocupan el espacio social más bajo «comezando polas criadas galegas que foron seguramente o primeiro obxecto da parodia e que estaban consideradas como borrachas, lixeiras de actitude, incultas». Según el historiador, el estereotipo se fue ampliando hacia los mozos, los aguadores, criados y todos los oficios de esa consideración en ese tiempo para llegar a la imagen de «desconfiados, brutos e pouco dados a entender as novidades ou os problemas». El arquetipo se prolonga hasta el siglo XVIII, según los historiadores. Para Barreiro «esa parodia das comedias pasou dos personaxes e acabou por afectar á idea que había na época sobre Galicia como país e non podía ser doutro xeito porque a parodia que se fixo cos galegos foi a máis dura, a máis cruel e mesmo moitos nos galegos entenderon que era inhumana e desleal e non se entende o empecinamento con que se practicou».