Starsky y Hutch arrasan, ahora en el cine

César Wonenburger REDACCIÓN

TELEVISIÓN

Los actores Ben Stiller y Owen Wilson resucitan el mito del Ford Torino Rojo en la pantalla grande La legendaria pareja de policías logró imponer su estilo más allá de la televisión

13 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

Fue una aparición breve, más para promocionar lo suyo que otra cosa, al fin y al cabo su película se bate estos días duramente en taquilla con la Pasión gore de Mel Gibson, pero con su paseo en los últimos Oscar, los amigos Ben Stiller y Owen Wilson, o mejor dicho Starsky y Hutch por obra del cine, lograron resucitar en la audiencia el recuerdo de aquella serie televisiva que causó furor durante los años 70. Felipe aún no se había asomado desde el Palace y Marlene Morreau ya debía acosar, por aquellas fechas, a sus compañeros de parvulario, cuando dos polis norteamericanos sacudieron a la entonces cautiva audiencia de la única televisión posible para el gran público -la otra sólo emitía óperas y La Clave -. Los tradicionales buddies americanos se habían despojado del uniforme reglamentario para patrullar las peligrosas calles de Los Ángeles. El moreno, Starsky, gastaba chaqueta de lana, tipo albornoz, y playeras como las que ahora se vuelven a llevar, en azul chillón. Conocía íntimamente la calle y, llegado el momento, tenía muy malas pulgas. El rubio, Hutch, prefería las pellizas gastadas, exhibía mejores modales y se lo pensaba algo más a la hora de apretar el gatillo. En cualquier caso, eran inseparables, incluso fuera del trabajo. Si a uno le había dejado el ligue de turno, el otro era capaz de plantar al suyo para consolarlo, sin que hasta el momento ningún estudioso de estos seriales haya encontrado atisbo alguno de homosexualidad, más o menos latente, en tan compenetrada pareja. Starsky y Hutch crearon estilo por su proceder informal; su espontaneidad y descaro a la hora de relacionarse con el lumpen, entre el que se encontraban algunos de sus más leales confidentes, como el escurridizo Huggy Bear (Antonio Fargas); la contundencia a la hora de repeler a sus agresores o la proverbial facilidad para apretar el acelerador de su Ford Torino Rojo, que sus raciales imitadores locales intentarían imitar convirtiendo sus modestos utilitarios, versión SEAT 127, en improvisadas carrozas más propias de una versión cutre del carnaval de Río. Como suele ocurrir con algunos fenómenos televisivos (en EE UU, Starsky y Hutch se mantuvo en los más alto de la audiencia durante cuatro temporadas), los protagonistas no sobrevivieron a la desaparición del show. El moreno, Paul Michael Glaser, intervino en algunas películas, dirigió otras igualmente olvidables, perdió a su mujer víctima del sida y últimamente se la ha podido ver de refilón junto a Jack Nicholson y Diane Keaton en Cuando menos te lo esperas . El rubio, David Soul, intentó rentabilizar su buena planta pasándose a la música, pero sus melancólicas y ñoñas baladas sólo le sirvieron para alcanzar un éxito efímero. En España coló Silver lady . Aquello, como la gripe, no podía durar mucho, y así fue. Ahora, en estos tiempos de nostalgia y reciclaje, hábilmente facturados, su resurrección vía-película era poco menos que inevitable. El camaleónico Ben Stiller (Starsky) y su amigo intelectual (al que algunos han comparado ya con Orson Welles, pero sin obra conocida), Owen Wilson regresan de la mano del director Todd Philipps para revivir las célebres persecuciones y rudos métodos de la pareja de polis más famosa de la pequeña pantalla. En EE.?UU. ya han arrasado y aquí se espera otro tanto.