La literatura navideña, un estilo entre el desencanto y el recuerdo infantil

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MIGUELANXO PRADO

Los cuentos de Navidad se han convertido en un género recurrente entre los escritores De Dickens a Calvino, los relatos han cambiado de la magia a la crítica.

07 dic 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

Vuelven a casa por Navidad, pero no son turrones ni soldados de ultramar. Es un género literario que en su día estuvo lleno de las mejores intenciones y que inventó Charles Dickens cuando creo a Míster Scrooge. Los cuentos de Navidad se han convertido en una cita obligada de las fiestas como el anuncio de la actriz con cava. El canon del género estaba marcado por personajes como el de Dickens o por el no menos frío gigante egoista de Óscar Wilde. Lo importante era, seguramente, el arrepentimiento de su dureza y el propósito de enmienda. Pero los escritores, los que ladran su resentimiento por las esquinas y los otros, ya no perciben la Navidad como una época de buenos deseos, sino todo lo contrario y de Truman Capote a Italo Calvino, la época navideña se ha vuelto un ejemplo del cinismo más universalmente propagado. Los cuentos de Navidad ahora non son nada parecido a las historias de Hans Christian Andersen. El espíritu de la Navidad se ha rebelado. Los escritores contemporáneos tienen dos formas de enfrentarse a las fiestas. La primera es sentimental, en la que hay un estrecho parentesco entre las celebraciones y la infancia. La segunda tiene más que ver con una interpretación del fenómeno comercial en que, según ellos, se han convertido las Navidades. Los dos últimos en llegar al género son Manuel Rivas, ilustrado por Miguelanxo Prado, en Xerais, y Quim Monzó en editorial Acantilado, con ilustraciones de Ramon Enrich. La perspectiva navideña de Monzó aprovecha el argumento festivo del años para entregar tres perspectivas más de su particular visión irónica de la vida. Tres navidades es el título del libro con otros tantos relatos breves que se ocupan de darle la vuelta a la historia sagrada, a los clásicos del género navideño y, por último, a alguna de las costumbres que se han vuelto cadenas mientras finaliza diciembre y comienza enero. Monzó incluso se permite la parodia de cuento por excelencia de este tiempo, La cerillera, de Andersen. La intención irónica de Quim Monzó es la otra aportación moderna al género. Tampoco es nueva. Italo Calvino en Marcovaldo, (Xerais) ya dejó su visión irónica sobre las navidades y cómo influían en los directivos de empresas habitualmente agresivos. A pesar de su fama, menos irónico, más lírico fue Truman Capote en su casi desconocido libro Tres cuentos, (Anagrama) en los que repasa las costumbres familiares con una visión en la que se aparece la nostalgia que asocia la Navidad directamente con algunas ilusiones perdidas de la infancia. Fue más inocente, y quizá sea eso lo necesario para aceptar la Navidad.