Boris Izaguirre desvela sus mitos y obsesiones en «Fetiche»

Marina de Miguel MADRID

TELEVISIÓN

RAQUEL P. VIECO

25 nov 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

?oris Izaguirre juega con las verdades que esconden las mentiras en Fetiche (Espasa), una crónica mítica y obsesiva por la que desfilan Liz Taylor, Barbarella, Fantomas, Mark Spitz, Chanel... aquellos iconos con los que recuerda momentos, personajes y personas determinantes en su vida. «Es una gran panoplia de máscaras que Boris dispone para ocultar su verdadera identidad. Es el lector el que debe ordenarlas para conocer su lado vulnerable», explicó Juan Manuel de Prada, encargado de la presentación del libro. El último Premio Primavera de Novela reivindicó la necesidad de acercarse al venezolano sin ningún tapujo propio de su faceta mediática y así descubrir al gran escritor que esconde. Satisfecho de su «condición de extranjero de género», el copresentador de Crónicas Marcianas está orgulloso de sentirse como «la mujer pantera», un ser con múltiples personalidades y totalmente imposible de encasillar. «Es extraordinario no pertenecer a un dogma y pasear por todos», confesó el antiguo guionista de telenovelas tan famosas como La Dama de Rosa, que disfrutaba con colarse en las fiestas de la alta sociedad . Boris Izaguirre ve en España la vía de escape para su esencia heterodoxa. «Es el país que me podía aceptar siendo tan loco, disociado y contradictorio. Igual que el español». Haciendo gala de un peculiar estilo, igualmente capaz de un latigazo o de una caricia, retrata un época vivida en primera persona y las memorias generacionales con un marcado componente evocador y casi mítico. Pero a la vez se confiesa. Desvela los retazos de una vida intensa, apasionante, marcada por la cultura, las influencias y los ídolos de ese adolescente que fue y que ha sabido convertirse en el cronista más cercano y veraz de los propios recuerdos. La moda, el sexo o los superhéroes son minuciosamente analizados en las páginas de Fetiche. Pero sobre todo el cine, la pasión que compartía con su gran amigo Terenci Moix. Al recordar al escritor desaparecido, «el lector ideal de este libro», según De Prada, Izaguirre se emocionó y rememoró las largas conversaciones que mantuvo con él.