La venganza de los espectadores novatos

EDUARDO GALÁN A CORUÑA

TELEVISIÓN

02 may 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Nunca le agradeceremos lo suficiente al cielo de Hollywood -más bien al infierno- que haya soltado en el mundo de las películas a Jason, a Michael Myers, a Caradecuero y a Freddy Kruger. Ellos nos han librado de docenas de adolescentes descerebrados y sobrevoltados de hormonas. Pero no ha sido suficiente: la mies es mucha. Cuando las carteleras se llenan de películas de novatos fuera de sí, desearíamos que siempre fuera viernes y trece o Halloween. Es triste reconocerlo, pero todo empezó con James Dean. Sí, ya sabemos que sus aventuras de high-school dirigidas por Nicholas Ray tenían más nivel. Pero le siguieron un montón de impresentables en bermudas haciendo surfing y bailando twist en la arena: en los sesentas los autocines estaban invadidos por Pajamas parties y Playas del bikini. Entonces el mundo tenía suerte, esas abominaciones se quedaban en cuarentena para consumo interno yanqui. La revolución sexual y los hippies mantuvieron a raya el temible subgénero por un tiempo, pero llegaron los últimos setentas y una plaga bíblica titulada Porky''s se extendió por el llamado mundo civilizado. Hizo tanto daño que hasta los israelíes tuvieron su propia versión, aún más furibunda si cabe: la inenarrable Polo de limón. Si los porkys se conformaron con dos o tres secuelas, a los del Lemon Popsicle no les bastaron siete u ocho, y los actores se hicieron padres de familia trabajando en la serie. Los incorregibles albóndigas y docenas de amiguitos parecidos tomaron el relevo. Solo Desmadre a la americana se salvó de la quema. Lo peor estaba por llegar Y lo peor estaba por llegar. Tras el aceptable interludio del brat-pack, donde lidiaron sus primeras armas Nicolas Cage, Matt Dillon, Tom Cruise, River Phoenix o Sean Penn, los 90 trajeron una catástrofe aún mayor. Una jauría de casposos recorrió la blanca pantalla para ver si perdían su virginidad, compitiendo de paso en el célebre concurso de mister escatología. American Pie lo resume todo (y es mucho). Por cierto, para que no se diga que esto lo firma un Grumpy Old Man -que sí es el caso- hay que decir que Verano del 42 es una obra maestra que no envejece. Leemos que todo es cuestión de demanda: el 64% de las entradas de cine las compran manos de entre 12 y 17 primaveras. ¡Tiembla mundo! ¡Y aún dicen que la población envejece!