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La Web3 en 3 minutos: ¿Palabro de moda o revolución en ciernes?

David Bonilla

OCIO@

De vez en cuando, surge un nuevo concepto técnico que ?según sus promotores? puede revolucionar el estado del arte de la Informática, tal y como la conocemos

21 abr 2022 . Actualizado a las 17:17 h.

De vez en cuando, surge un nuevo concepto técnico que —según sus promotores— puede revolucionar el estado del arte de la Informática, tal y como la conocemos. Los que llevamos en esto unos cuantos años hemos vivido tantos ciclos de hype que solemos recibirlos con cierto excepticismo.

Me había obstinado en ignorar uno de esos nuevos conceptos, el de «Web3», hasta que un buen amigo que trabaja en un fondo de inversión me preguntó si Manfred era un servicio Web3 porque «es donde más dinero se está metiendo ahora». Para poder responderle, no tuve más remedio que averiguarlo.

Se denomina como Web1 al Internet primigenio, donde el contenido era generado casi exclusivamente por las webs y los usuarios eran meros consumidores del mismo. La Web2 fue la evolución que convirtió a Internet en una plataforma para que los usuarios crearan su propio contenido —blogs, redes sociales, podcasts—, pero donde el mismo todavía es gestionado y controlado por dichos servicios.

La Web3 propone que los usuarios sean los propietarios de la información que generan, almacenándola en un sistema descentralizado e independiente de las plataformas donde se use, como por ejemplo una blockchain. Una FLIPADA de tres pares de narices y un carajal técnico que no importa ni interesa a nadie... ¿o sí?

Si alguna vez has dado una charla pública, es muy probable que hayas subido tu presentación a Slideshare para compartirla. Desde que LinkedIn vendió la compañía a Scribd, tus diapositivas —y las de MILLONES de usuarios más— están «secuestradas» detrás de un muro de pago que no existía cuando las subiste. ¿De verdad no te molesta ni un poquito?

El concepto es tan nebuloso que es normal que al intentar aterrizarlo empiece a doler la cabeza como cuando comemos helado demasiado deprisa. Como casi todo, la mejor manera de entenderlo es con un ejemplo.

Hace unas semanas, en Manfred lanzamos una funcionalidad que nos impide ser malvados por diseño: damos a los manfreditas la posibilidad de disponer siempre de una copia actualizada de sus datos profesionales en su propio ordenador, pero —como, evidentemente, ni queremos ni podemos tener acceso a su disco duro— el proceso se gestiona a través de GitHub, una plataforma que pertenece a un tercero —Microsoft, dueño también de LinkedIn— que, por algún motivo que ahora no puedo llegar a imaginar, potencialmente podría dejar de darnos servicio a nosotros o a nuestros usuarios de la noche a la mañana.

Para convertir a Manfred en una empresa con servicios Web3, en vez de guardar los datos profesionales de nuestros usuarios en nuestra propia plataforma o en la de un tercero, podríamos hacerlo en una blockchain como Ethereum, autenticándolos e identificándolos no ya con su email, nombre o apellidos sino con un address —un wallet o cartera en una blockchain— lo que, al menos en teoría, anonimizaría a los propietarios de los mismos.

Pero la visión de Web3 suele ir más allá y postula que si los usuarios son los propietarios de los datos, deberían obtener un rendimiento por el uso de los mismos; y ese valor podría remunerarse con un activo cripto —un token, que pudiera enviarse directamente a la address de dicho usuario— para que no tuviera que proporcionar ninguna cuenta bancaria o dirección física.

Para explicarlo de nuevo con un ejemplo, imaginad que cada vez que contactáramos a un manfredita para preguntarle si desea participar en un proceso de selección le retribuyéramos con un «bitfred». Que si finalmente participara en el mismo le diéramos tres y otros veinte si finalmente fuera contratado. Y que, luego, con esos bitfreds pudiera pagar a su vez procesos de selección en Manfred, comprar merchandising —o entradas de la Tarugoconf o cursos en Tutellus—, venderlos por dinero físico o intercambiarlos por otros tokens.

Prometí no robarte más de 3 minutos, así que, no voy a diseccionar el argumentario de los defensores o detractores de la Web3 ni tampoco el mío. Eso sí, espero que tengas más claro que hace 180 segundos qué carallo es esa utopía tecnológica por lo que han hecho all-in gente como Andreessen Horowitz, que no son precisamente un atajo de tuercebotas sino —probablemente— el fondo de capital-riesgo más influyente del mundo.

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Si te interesa o conoces a alguien a quien podría interesarle, tienes mucha más información en la página de la oferta que —además— es gestionada por Manfred.

Este texto se publicó originalmente en la Bonilista, la lista de correo de noticias tecnológicas relevantes para personas importantes. Si desea suscribirse y leerlo antes que nadie, puede hacerlo aquí ¡es bastante gratis!