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La utopía del trabajador ubicuo

David Bonilla

OCIO@

Hugo Tobio

¿Podemos realmente trabajar desde cualquier sitio?

24 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La mejora de la tecnología y la popularización de distintas formas de realizar una actividad profesional más allá del contrato laboral ha llevado a muchos a creer que el trabajo del futuro no solo será descentralizado sino, también, deslocalizado. 

Los más radicales, como el emprendedor e inversor Greg Isenberg, creen que se podrá trabajar desde cualquier sitio en cualquier momento para cualquier empleador del mundo con las condiciones que ambas partes pacten.

La teoría suena bien. La realidad, hoy por hoy, es un poco más complicada. 

Para poder trabajar, primero tienen que poder contratarte

Para una empresa es un auténtico quebradero contratar a un trabajador que no resida en el mismo país donde esté establecida, que le puede obligar a crear una estructura societaria solo para poder hacerlo. No digamos ya si este va trasladándose de país en país, sin residencia fija.

Al calor de esta problemática ha surgido toda una nueva industria para permitir a las compañías la contratación de trabajadores en el extranjero, pero la misma pisa permanentemente la línea roja de la cesión ilegal de trabajadores. 

La mera posibilidad de tener que resolver un problema legal en un sistema judicial alienígena hace que la mayoría de empresas desestimen hacer contrataciones directas de teletrabajadores en otros países de la Unión Europea. Menos aún fuera de ella. 

El hack habitual, como señala Isenberg, es hacerse trabajador autónomo y facturar directamente a tu empleador... si este lo acepta, claro. En el caso de que así sea, deberás intentar trasladar a un contrato privado de prestación de servicios el mayor número posible de derechos laborales, que perderás al dejar de ser trabajador por cuenta ajena, o asumir su pérdida. 

Trabajar como autónomo es una opción profesional perfectamente válida -yo llevo más de diez años siéndolo- pero no la panacea. Es alarmante el desconocimiento y desprecio por las coberturas sociales con las que cuenta un trabajador por cuenta ajena por parte de ciertos profesionales del sector informático que solo han vivido una época de bonanza, donde hay más oferta de empleos cualificados que demanda de los mismos. 

No hay nada seguro, salvo la muerte y los impuestos

Excepto que la propuesta de cobrar en moneda cripto no busque la facilidad a la hora de hacer transferencias internacionales -en comparación con el sistema bancario tradicional- sino vivir en una utopía anarcoliberal y evadir el control fiscal de cualquier Estado, te va a dar igual cobrar en bitcoins, liras turcas o melocotones. Hacienda -cualquier Hacienda- grava las transacciones económicas no solo las monetarias, como ha tenido que aprender a regañadientes nuestro rey emérito. 

El hecho de pasar la mayor parte del año viajando, tampoco evitará que pagues impuestos. No se puede ser un apátrida fiscal. Y aunque oigas «cantos de sirena» sobre visas para nómadas digitales como la de Estonia, si España sigue siendo el núcleo principal o la base de tus actividades o intereses económicos -de forma directa o indirecta- deberás seguir pagando tus impuestos aquí. 

La obligación de mantener una vinculación fiscal con un Estado no impide la libertad de movimientos, pero puede llegar a condicionar la misma y hacernos correr el riesgo de sufrir una doble imposición -en el país donde residamos físicamente y donde lo hagamos «fiscalmente»- porque... 

Estar de viaje no es lo mismo que estar de paso

Según la Wikipedia, un nómada digital se diferencia de un viajero tradicional en que su trabajo siempre le acompaña y disfruta de «un estilo de vida basado en una gran libertad geográfica, viviendo donde quiera por el tiempo que quiera». 

Pero no es lo mismo estar viajando constantemente como turista -con los condicionantes que eso supone- a establecerte temporalmente de forma legal en un país. Por ejemplo, para poder alquilar una casa o cursar estudios oficiales. 

Aunque muchos países tienen visados pensados para nómadas digitales, la mayoría tienen unos requisitos bastante elevados -como los 6.000 euros de ingresos mensuales mínimos que exige Islandia- o importantes limitaciones, como los seis meses de estancia máxima que impone la visa B2 de Estados Unidos. 

La realidad es que podrás viajar prácticamente a cualquier lugar del mundo. Otra cosa, muy diferente, es que puedas vivir donde quieras por el tiempo que quieras. 

(Casi) todos llevamos cosas en la mochila

 Todos las complicaciones anteriores pueden sortearse con mayor o menor esfuerzo, el principal escollo a la movilidad internacional de un trabajador llega cuando tiene personas a su cargo

Los que tengan hijos se enfrentarán a diferentes sistemas educativos más o menos compatibles entre sí. Pueden optar por matricularles en el Bachillerato Internacional, pero aún es una modalidad minoritaria. Por dar contexto, entre los 1.300 centros de enseñanza que existen en Galicia, solo seis ofrecen Bachillerato Internacional. 

El Homeschooling -o educarles por tu cuenta, como alternativa- exige una enorme inversión en tiempo, pero aunque algún padre quiera asumirla, ni siquiera es una opción legal en muchos países como -por ejemplo- España.

Lo mismo ocurre con la cobertura sanitaria. Los seguros de viaje tienen coberturas limitadas, tendremos que contratar un seguro médico en cada país en el que nos establezcamos temporalmente, con el enorme coste que eso puede suponer en algunos estados y el enorme riesgo que correremos si no lo hacemos. 

Conclusión

Hoy por hoy, la ubicuidad plena es una utopía para la inmensa mayoría de los trabajadores. La tecnología nos habilita para lograrla, pero ni las distintas Administraciones ni las regulaciones por las que se rigen están preparadas para la misma. Hasta que llegue ese momento, solo una pequeña minoría podrá disfrutarla. 

El mundo está diseñado para que vivamos legalmente en un único Estado.

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