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¿Se puede fundar una «start-up» de éxito trabajando ocho horas al día?

David Bonilla

OCIO@

Hugo Tobio

Uno de los mantras de la mitología estartapil es que para que una empresa tenga alguna posibilidad de éxito, sus fundadores deben supeditarlo todo a la misma.

10 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unas semanas, hablaba con un amigo -un emprendedor que también había vendido su última empresa- sobre las posibilidades que tenían perfiles como los nuestros de arrancar su enésima start-up. Habíamos tenido suerte y nos había ido bien. Nuestras familias tenían sus necesidades básicas cubiertas y lo único que nos pedían era que pasáramos más tiempo de calidad con ellos

No pude evitar pensar que tenía que haber un montón de emprendedores en una situación similar. Profesionales a los que se descarta -o, peor aún, se autodescartan- para arrancar un proyecto en el mejor momento de su carrera profesional, cuando aún tienen energía para liderarlo y experiencia para maximizar sus posibilidades de éxito, por el simple hecho de querer conciliar su vida personal y profesional. ¿Nos invalida eso para volver a emprender? ¿Nos convertía acaso en «emprendedores no invertibles»? 

Desde luego, en el ADN estartapil está grabado a fuego que fundar una start-up  implica dedicarse en cuerpo y alma -durante al menos 3 o 4 años- a intentar llevarla a buen puerto priorizándola por encima de todo y de todos. Si no estás dispuesto a trabajar jornadas maratonianas, si no pretendes sacrificar fines de semana, cumpleaños o los partidos de fútbol de la liga infantil para contestar ese último mail... te falta el compromiso y hambre indispensables para fundar con éxito un nuevo proyecto empresarial, pero ¿realmente es necesario? 

Según uno de los pilares de la mitología de Silicon Valley -la Hustle Culture, o el convencimiento de que lo único que te separa de tus metas es el trabajo duro y si aún no las has alcanzado es porque todavía no te has esforzado lo suficiente- sin duda. Según, Elon Musk, considerado por muchos el emprendedor tecnológico por excelencia:  «Nadie cambia el mundo trabajando 40 horas a la semana». 

La efectividad de Elon al emprender era indiscutible, pero también lo era que había puesto nombre de asteroide a su séptimo hijo, así que a lo mejor nuestros valores, prioridades y objetivos vitales no eran los mismos. 

Publiqué un tweet buscando casos de éxito que desmintieran la categórica afirmación de Elon y vaya si los encontré: Erasmusu, Testlio, Smartick, Quaderno, Beezy, Basecamp, Wildbit... pero más allá de ejemplos, lo interesante fueron las conclusiones que podían extraerse de las respuestas. No ya sobre cómo fundar una start-up trabajando 8 horas al día, sino por qué deberíamos hacerlo.  

Las horas extra no son un factor desencadenante del éxito

Trabajar como un animal no garantiza una mierda, lo sé por propia experiencia. Como indicaba el camarada Julio Maroto, las horas extras no son el desencadenante del éxito de una start-up sino la consecuencia de carecer de un plan definido o del equipo necesario para ejecutarlo. No deberíamos sentirnos especialmente orgullosos por trabajar 12 horas al día ni tampoco culpables por no estar dispuestos a hacerlo. 

A veces es inevitable -sobre todo, si tiras de recursos propios y tu principal activo es tu tiempo- por eso las horas extras suelen ser más habituales en las etapas iniciales de las start-ups, pero debería ser siempre una fase puntual nunca convertirse en la normalidad. 

Alarga la plantilla, no la jornada

 Si quieres acortar esa fase inicial o incluso evitarla, tu primera tarea debería ser contratar al equipo más senior que puedas encontrar y delegarle todas las tareas que no puedas asumir en ocho horas diarias. Esa disciplina te obligará a priorizar objetivos y eliminar distracciones. Si te duele que la tarea no se haga, es el momento de contratar. Si te duele contratar, es que la tarea no era tan importante. 

La teoría parece sencilla, pero llevarla a la práctica puede ser un poco más complicado. Sobre todo, a la hora de financiarla. Para hacerlo, contando con tus propios recursos o intentar levantar una ronda de inversión seed, cuyo fin es financiar el desarrollo inicial de un producto o servicio y que cada vez son más grandes. Puede que este incremento se deba a la subida de salarios en la industria tecnológica, pero también como consecuencia de la madurez de la misma. 

Un inversor no necesita horas sino foco

En 2013, Paul Graham -confundador de la aceleradora Y Combinator, uno de los mayores iconos de Silicon Valley- bromeó con que el límite de edad de los fundadores de startup estaba alrededor de los 32 años porque, a partir de esa edad, los inversores eran escépticos de sus probabilidades de éxito. 

Una afirmación así podría ser la enésima muestra del edadismo rampante en el sector, pero dudo mucho que Graham -que tenía 49 años cuando la hizo- pensara realmente que a partir de los 32 años es muy probable que trabajes «peor» sino de una determinada manera -con más foco que disponibilidad- incompatible con las necesidades de una start-up

Pero ¿es esa visión correcta? Un estudio de Harvard Business Review en 2018 demostró que la edad media del emprendedor de éxito es de 45 años y que un fundador con 50 años tiene más del doble de posibilidades de tener éxito con su start-up de alto crecimiento que uno de 30. 

Nadie invierte X millones en un PowerPoint sino en las personas que lo escriben

Cuando esos emprendedores con buen track record quieren lanzar su segunda o tercera start-up, suelen hacerlo contando con una estructura inicial más ambiciosa que les permita tanto conciliar su vida familiar y personal como tener las mayores garantías de éxito. Y parece que a los inversores extranjeros no solo les parecen «invertibles» sino que no les importa pagar más a cambio de esa experiencia. Es significativo que, en Estados Unidos, se estime que la valoración tipo de una compañía seed esté entre 2 y 10 millones de dólares, pero pueda llegar al doble dependiendo de la experiencia previa de los fundadores.

De vez en cuando nos levantamos con alguna noticia sobre una start-up que ha levantado decenas de millones de financiación «con un simple PowerPoint», pero si vamos más allá del titular, comprobaremos que el que pasa las diapositivas no suele ser cualquiera. 

España es un mercado menos maduro que el americano, así que aún no son frecuentes este tipo de inversiones «en PowerPoints», pero acabarán llegando. 

¿Conclusión? 

Fundar una start-up y trabajar 8 horas al día parece complicado en una fase embrionaria, como en cualquier compañía, pero nuestro principal objetivo debería ser acortarla lo máximo posible no perpetuarla ad infinitum. Los inversores tienen la capacidad de eliminarla casi por completo, pero los emprendedores con experiencia y acceso a esa financiación también deben tener la voluntad de hacerlo, abandonando falsas creencias y antiguos sesgos. 

Si nuestra start-up fracasa, lo más probable es que no sea porque no trabajemos 12 horas al día sino por las circunstancias que nos obligan a hacerlo.

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