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Cuando yo no esté

David Bonilla

OCIO@

Hugo Tobio

29 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy cumplo 43 años con buena salud, en plenitud de condiciones y expectativas de seguir dando la tabarra al menos otros 43 más, pero siendo plenamente consciente de que, en cualquier momento, ese plazo puede convertirse en 43 días -o 43 segundos- sin que pueda hacer nada por evitarlo.

A mucha gente no le gusta hablar de la muerte, como si el simple hecho de mencionarla pudiera anticipar su llegada. Puede que tengan razón -aunque, siguiendo la misma lógica, si todos habláramos sobre cómo el Racing de Ferrol gana la Champions, debería acabar sucediendo- pero lo único seguro e inevitable es que, tarde o temprano, nuestro cuerpo dejará de funcionar.

Aún está muy extendida la idea de que hacer testamento es algo para viejos o ricos, pero en realidad todos los que contamos con seres queridos que puedan sobrevivirnos deberíamos contemplar qué pasará con ellos cuando ya no estemos. Por ejemplo, los que tengamos hijos menores de edad. ¿Qué ocurriría si un accidente de coche les privara de nuestro cuidado? Lo más lógico es que fuera el otro progenitor el que se encargara de su educación y manutención, pero ¿y si fuera con vosotros en el coche y tampoco sobreviviera? ¿Quién se ocuparía de educar a los niños? ¿Sus abuelos? ¿Sus tíos? ¿De cuál de las dos familias?.

La anterior situación puede parecerte un marrón de Aviñón, pero nuestro Código Civil contempla supuestos como la transmisión de la patria potestad o bienes físicos. Sin embargo, en lo concerniente al legado de activos digitales, la legislación vigente tiene más lagunas que la declaración de la renta de nuestro rey emérito.

El 5 de diciembre de 2018 entró en vigor en España la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales que, en su Título X, recoge el derecho de los ciudadanos a tener un testamento digital. La idea es buena, pero la definición del mismo es tan genérica y la casuística que intenta cubrir tan variada que este no aporta prácticamente nada que no incluyera ya el Código Civil, vigente desde 1889.

A los muggles sin conocimientos informáticos todo esto le sonará marciano, pero los informáticos pecamos demasiadas veces de soberbia y estrechez de miras, así que, es normal encontrarte con algunos que creen haber hackeado Matrix por tener un gestor de contraseñas compartido con su pareja. La realidad, como siempre, es algo más compleja.

¿Qué pasaría con los servicios 2FA, con autenticación de múltiples factores, que requerirían el acceso al móvil del fallecido o -peor aún- su huella dactilar? ¿Cómo se traspasarían los dominios -las direcciones web- que estén a nombre del fallecido? ¿Cómo se gestionaría el mail personal y de empresa? Al fin y al cabo, abrir correspondencia ajena es un delito tipificado en el Código Penal castigado con penas de prisión de 1 a 4 años. ¿Dónde acabarían los videojuegos, películas, canciones o libros que haya adquirido en las distintas plataformas? En realidad, no se está comprando estos contenidos sino el derecho a jugarlos, verlos, oírlos y leerlos; ese derecho es personalísimo y acabaría con el fallecimiento. ¿Y qué sucedería con las Redes Sociales? ¿Las eliminarían o se conservarían para siempre como un memorial online del fallecido?

Tiene todo el sentido del mundo tanto que Twitter quiera eliminar cuentas inactivas como que Aaronekia Williams quiera seguir visitando los tweets de su hermano fallecido y pretenda que un día sus sobrinos puedan conocer la personalidad de su padre, leyendo las conversaciones que mantenía. Pero ¿deberían acceder al contenido privado de una Red Social los familiares de un fallecido? Sobre el papel, parece evidente que tendríamos que conservar el derecho a la intimidad aunque hayamos muerto, pero ¿cómo deberíamos actuar en casos como el de los padres alemanes que perdieron a su hija de 15 cuando esta fue arrollada por el metro y, para esclarecer si su muerte había sido un accidente o un suicidio, quisieron acceder a su cuenta de Facebook y comprobar si había sufrido algún tipo de acoso? A pesar de que la compañía lo impidió, finalmente un juez determinó que el derecho a la herencia digital prevalece ante el de privacidad.

Tanto Twitter como Facebook cuentan con una política específica para la gestión de cuentas de usuarios fallecidos, pero la mayoría de aplicaciones y servicios online no. Para afrontar esa realidad como usuarios de los mismos, configurar una cuenta familiar de gestión de passwords como LastPass o 1Password no nos permitirá hackear Matrix, pero sería un buen primer paso. El siguiente podría ser crear un testamento digital en servicios específicos como Everplans o MiLegadoDigital, pero sobre todo, todos deberíamos enseñar a nuestros seres queridos a sobrevivirnos, también digitalmente. 

La tecnología ha cambiado cómo vivimos y, de igual forma, cómo morimos, permitiendo a los que nos quieren seguir interactuando con nuestro legado de formas inimaginables hasta hace relativamente poco. Cuando yo no esté, mis hijos contarán con todos estos textos para conocer cómo fue evolucionando el pensamiento de su padre y, de alguna manera, quiero pensar que también seguiremos jugando juntos para siempre.

Y, como informáticos, deberíamos tener en cuenta ese legado no sólo a la hora de interactuar con el software sino, sobre todo, al diseñarlo. La única certeza que tendremos a la hora de construir un producto digital es que el 100% de nuestros usuarios van a morir. Ya es hora de que empecemos a actuar en consecuencia.

BONILISTA PUBLICADA CON EL APOYO DE LA TARUGOCONF

La Tarugoconf es la conferencia sobre tecnología y negocios que nació a partir de la Comunidad de lectores de la Bonilista.

Este año, como la mayoría de conferencias técnicas, estuvimos a punto de cancelar ante la imposibilidad de celebrar eventos presenciales -lo más prudente y sensato- pero hemos decidido adaptarnos al desafío que ha supuesto la COVID-19 antes de rendirnos sin presentar batalla.

Hemos diseñado el evento online al que siempre nos hubiera gustado asistir: con entrevistas, reportajes, concursos y, por supuesto, charlas. Todo con una producción audiovisual que se acerque más a un programa de televisión que a una conference call con alguien que está hablando desde su cuarto.

Además de los ponentes que habíamos ido dando a conocer, hace un par de días confirmamos la asistencia de Eva Belmonte, directora de Civio, y hoy anunciamos que se incorporan al plantel Luis Martínez y Diego Losada, creadores de Conan.io.

No será la última sorpresa, pero esta sí será la última semana en la que estarán disponibles las entradas con descuento «Early Tarugo». Si estabais suscritos a la Bonilista antes del 5 de julio, recibisteis un correo con el asunto "#Tarugo20" que incluía un código de descuento y las instrucciones para usarlo.

Recordad que el cupón solo es válido hasta el próximo 2 de agosto, así que si queréis uniros a la Resistencia y asistir a la Tarugoconf del año de la COVID, no os despistéis y ¡haceos YA con vuestra entrada!

Este texto se publicó originalmente en la Bonilista, la lista de correo de noticias tecnológicas relevantes para personas importantes. Si desea suscribirse y leerlo antes que nadie, puede hacerlo aquí ¡es bastante gratis!