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Sonrisas y lágrimas

David Bonilla

OCIO@

Hugo Tobio

Sobre el papel, los ISA son una gran idea porque permiten que cualquiera pueda acceder a una formación, independientemente de los recursos financieros de que los que disponga

11 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El penúltimo drama que ha sacudido el mundillo técnico ha sido la revelación de que el bootcamp Lambda School ha estado vendiendo sus ISAs. Una historia bajo la que subyacen un montón de "charcos" en los que nadie quiere pisar, como el valor real de la formación proporcionada por el pujante sector de los cursos intensivos que producen trabajadores con la cualificación mínima para entrar en la insaciable industria informática; o los límites mismos del sistema capitalista.

Un ISA o Income-Share Agreement es un acuerdo entre un estudiante y una entidad educativa para que el primero pueda cursar estudios sin tener que pagar ningún tipo de matrícula y -una vez que esté trabajando- compensar el coste de la educación recibida cediendo un porcentaje de su salario a la escuela.

Sobre el papel, los ISA son una gran idea -un motor del supuesto ascensor social en el que se basan los mimbres éticos de nuestras democracias modernas- porque permiten que cualquiera pueda acceder a una formación, independientemente de los recursos financieros de que los que disponga. También porque, por su propia naturaleza, pueden ayudar a regular e impulsar la calidad de los estudios proporcionados ya que -al contrario que un préstamo tradicional- si no dotan al estudiante de los conocimientos y habilidades necesarias para obtener un trabajo cualificado la escuela no percibirá nada.

Las condiciones concretas del ISA de Lambda parecen bastante más amables que las de un crédito. En vez de pagar los 30.000 dólares que cuesta el curso intensivo de 9 meses para convertirte en desarrollador web, puedes hacerlo sin adelantar nada de dinero y, una vez que acabes los estudios y te pongas a trabajar, ceder un 17% de tu salario hasta pagar los 30.000 jeroclos, pero teniendo en cuenta que a) solo tendrás que pagar si tu salario supera los 50.000 dólares b) si no ganas eso -o si dejas de ganarlo- no tendrás que pagar c) ganes lo que ganes, lo máximo que tendrás que pagar son 30.000 dólares d) ganes lo que ganes, lo máximo que tendrás que pagar son 24 mensualidades e) pagues lo que pagues, a los cinco años el ISA expirará y no tendrás la obligación de pagar más.

Como dice Austen Allred, fundador y CEO, «Lambda no solo educa personas, sino que apuesta por ellas». Y parece que efectivamente es así porque en el supuesto de que no consigas trabajo o lo pierdas la escuela no percibirá nada, en el caso de que en los dos años siguientes a tu graduación "solo" ganes 50.000 dólares "solo" pagarás 17.000 dólares (24 mensualidades de 708 dólares), si ganas menos ni eso y, pase lo que pase, a los cinco años no le deberás nada.

«No ganamos NADA si los estudiantes no consiguen trabajos por encima de los 50.000 dólares, así que haremos lo que haga falta para que reciban la formación necesaria para que lo consigan», sostiene Allred. Es un marketing poderoso y si a eso le sumas que el modelo parece funcionar -el salario previo medio de los estudiantes es de 43.000 dólares y en su primer trabajo después del bootcamp ganan de media 65.000 dólares, un 22% más- es normal que, promoción tras promoción, el campus online de Lambda se llene de miles de estudiantes que llegan a la industria informática con una maleta llena de ilusiones y creyendo que esta les recibirá con los brazos abiertos. Todo parece perfecto, excepto en un pequeño detalle: no es verdad.

A lo largo del año han aparecido una serie de artículos demoledores que cuestionan las cifras presentadas por Lambda y desmontan muchas de las promesas hechas a sus alumnos como, por ejemplo, una magnifica pieza del New York Magazine en la que se revela que la cifra real de alumnos que consiguen trabajo en la industria informática después de cursar el bootcamp ronda el 50% en vez del 86% que publicita en la web la escuela.

Pero quizás la mayor contradicción en el modelo que Allred vende a sus alumnos es la afirmación de que la escuela no gana nada si ellos no consiguen trabajos por encima de los 50.000 dólares, algo que que choca frontalmente con el hecho de que Lambda ha estado paquetizando los ISAs de sus estudiantes y vendiéndolos a inversores a un precio mucho menor que los 30.000 dólares que supuestamente esperan recibir de ellos. Allred sostiene que si sus alumnos no consiguen trabajo no pagarán sus ISAs y los inversores dejarán de comprarlos, así que, a la larga es cierto que todos sus ingresos siguen dependiendo de la empleabilidad de las personas que pasan por la escuela. Puede que sea verdad, pero el modelo de negocio de Lambda es mucho más complejo y nebuloso que el puro y cristalino «si tú no cobras panoja, nosotros tampoco».

Mentir no está bien, pero invertir en ISAs no tiene por qué ser algo necesariamente malo, de hecho, la idea de emplear parte de tus ahorros en financiar la educación de otras personas parece algo bastante chulo. Otra cosa es cómo se financia esa educación y se gestiona la inversión. En el caso de Lambda, esa gestión se ha hecho en paquetes de 1.000 ISAs valorados en 10 millones de dólares que se comercializan a inversores a través de la plataforma Edly, una compañía cuyo CEO no es precisamente un conocido mecenas y filántropo sino Chris Ricciardi -considerado el padrino de las obligaciones de deuda garantizada, como las tristemente famosas hipotecas basura- lo que da alguna pista sobre cómo están valorando los ISAs como activo.

Pero más allá de quién esté detrás de la operación, lo que está claro es que Lambda está vendiendo paquetes de 1.000 ISAs por 10 millones, lo que significa que está valorando cada uno de esos ISAs -que supuestamente podría reportarle hasta 30.000 dólares- en apenas 10.000. Si fuera cierto que la escuela colocara al 86% de sus alumnos, el precio del ISA debería ser mucho más cercano a los 25.000 dólares (30.000 x 0,86) que a los 10.000.

Por mucho que Lambda necesitara financiación, en un momento donde hay un exceso de liquidez en los mercados, ¿por qué alguien vendería algo por la MITAD de su valor? Que la escuela venda sus ISAs a ese precio hace que inevitablemente nos cuestionemos no solo cuál es el porcentaje de alumnos que realmente consigue trabajo sino el valor real de la educación que está proporcionando -el coste medio de un bootcamp de más de 17 semanas de duración es de alrededor de 18.000 dólares, no de 30.000- y, sobre todo, cómo la están financiando.

Un análisis más profundo de los ISAs de Lambda como activo de inversión demuestra la lógica perversa de la operación. No todos los alumnos consiguen un puesto bien remunerado en la industria informática, pero los que lo hacen, pagan mucho más por sus estudios que si hubieran pedido un crédito. En concreto, un interés cercano al 87% en vez del 4,53% que se aplica habitualmente a los préstamos a estudiantes en EEUU. ¿Que cómo se calcula ese 87%? Con los datos aportados por la propia Lambda. Si el estudiante de la escuela que consigue un trabajo recibe un salario de 75.000 dólares de los que tiene que devolver el 17% durante dos años -aproximadamente, 25.000 dólares- eso significa que el alumno devuelve un 87% más de lo que un inversor pagó por su ISA y, por tanto, por sus estudios.

El problema es que no estamos hablando de simples activos financieros, sino de personas, gente que deja su trabajo -y principal fuente de ingresos- por embarcarse en un curso que promete una vida mejor que muchas veces no llegará. En ese paquete de 1.000 ISAs, los inversores ven un simple riesgo agregado -algunos ISAs se devolverán y otros no- pero detrás de los números hay 1.000 seres humanos cuyas vidas pueden verse seriamente afectadas si fracasan en su intento por convertirse en programadores.

¿Significa esto que todos los ISAs son tóxicos y las empresas que los proporcionan agentes del mal? Evidentemente, no. Existen muchas variaciones del modelo. Por ejemplo, la startup española Microverse apuesta por formar a gente en países en desarrollo con una estructura de ISA completamente diferente. Su CEO, Ariel Camus, puntualizaba en un hilo en Twitter como gestionaban sus ISAs. Al contrario que Lambda, que comercializa el 50%, ellos venden solo el 10%.

Supongo que la clave está en conseguir que los intereses de escuelas, alumnos e inversores estén alineados. Que la viabilidad a largo plazo de las primeras siga dependiendo de que los segundos consigan sus objetivos profesionales y los terceros un interés acorde con el riesgo asumido. Lo que está por ver es si el sistema podrá conseguir ese equilibrio.

Supongo también que algunos creerán que ese sistema es un error en sí mismo. Que para que ese ascensor social del que antes hablamos funcione, toda formación debería ser gratuita. Yo también creo en una educación financiada con mis impuestos, pero no tengo tan claro que la gestión de la misma deba ser exclusivamente pública. ¿Sería una locura comprar ISAs con dinero público a cambio de que esos alumnos trabajaran en un estado o territorio concreto durante cierto tiempo y contribuyeran fiscalmente al desarrollo del mismo?

Supongo que el debate no debe centrarse en si los ISAs son un instrumento para conseguir que cualquiera pueda acceder a una buena educación o una manera de explotar a los alumnos más pobres, sino en el sistema educativo que queremos.

Supongo que este texto generará más preguntas en vez de entregar respuestas porque, al menos yo, no las tengo.

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