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Más de la mitad de los jóvenes nacidos a partir de 1995 cree que su «smartphone» es su mejor amigo

b. p. l. REDACCIÓN / LA VOZ

OCIO@

MARCOS MÍGUEZ

Tres de cada diez usuarios anteponen consultar su teléfono a relacionarse con personas

22 feb 2018 . Actualizado a las 13:10 h.

Encontrar el equilibrio entre la vida personal y la vida digital se ha convertido en el gran reto para aprender a convivir con los teléfonos inteligentes en la vida cotidiana. Un desafío que no va a resultar fácil a la vista de un estudio que revela que tres de cada diez usuarios anteponen consultar su smartphone a relacionarse con sus seres queridos o con las personas que tienen a su alrededor. Este orden de prioridades se acentúa a medida que la edad desciende, hasta el punto de que más de la mitad de los jóvenes pertenecientes a la generación Z (los nacidos a partir de 1995) consideran que su smartphone es su mejor amigo.

El estudio Phone Life Balance desarrollado por Motorola, empresa creadora del primer teléfono móvil de la historia, y Nancy Etcoff, experta en el comportamiento mente-cerebro y la ciencia de la felicidad de la Universidad de Harvard, intentan poner pone de relieve los comportamientos problemáticos que se han desarrollado con el uso de los teléfonos inteligentes, así como la necesidad de tener una vida propia en la que sea posible prescindir del dispositivo.

«Para la mayoría de los usuarios de teléfonos inteligentes, los comportamientos problemáticos consisten en respuestas inconscientes y malos hábitos que requieren un poco de ayuda para superarlos», asegura la doctora Etcoff, que recomienda «los pequeños cambios de conducta, el control del entorno y la atención plena» como herramientas útiles para superar la dependencia del teléfono.

Consulta compulsiva

Este estudio, elaborado entre 4.418 usuarios de entre 16 y 65 años en Estados Unidos, Brasil, India y Francia, revela que la mitad de los usuarios (49 %) admite que consulta el móvil más veces de las que querría y un 44 % confiesa que no puede frenar el impulso de mirarlo de forma constante. Este comportamiento compulsivo es más acentuado entre los más jóvenes.

Un 35 % de las personas encuestadas también es consciente de que emplea demasiado tiempo consultando su teléfono y considera que sería mucho más feliz si pasara menos minutos frente a la pantalla.

Otro de los hábitos problemáticos detectados es la dependencia emocional que produce. Esa sensación de pánico que siente alguien al pensar que ha perdido su móvil es compartida por dos tercios de los usuarios (casi tres de cada cuatro en el caso de la generación Z y en los millennials). Tres de cada diez personas confiesan que cuando no están usando el teléfono lo echan de menos y suelen estar pensando en utilizarlo.