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Un país, dos sistemas

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OCIO@

05 oct 2017 . Actualizado a las 07:40 h.

La fábrica de Huawei en Songshan Lake, a algo más de una hora de Shenzhen, fue inaugurada en el 2013 y tiene 18 líneas de ensamblaje de smartphones que producen 1,3 millones de terminales al mes. El visitante debe ponerse una bata, un gorrito y unas chanclas para poder acceder a su interior, además de pasar por un arco de seguridad similar a los existentes en los aeropuertos. En cada una de esas líneas, máquinas automatizadas van cogiendo los componentes de un móvil (el procesador, la GPU o unidad gráfica, la cámara, el altavoz...) y colocándolos con precisión en la placa base, que después es insertada en una carcasa de aluminio cortada con láser. Los únicos humanos que trabajan allí se dedican a supervisar el funcionamiento de estos equipos, detectar errores y probar los teléfonos desde el punto de vista de la experiencia de usuario. Al final, cuando los móviles están perfectamente empaquetados y se ha llenado una caja con ellos, un robot se acerca y se la lleva. 

Está prohibido tomar fotos o vídeos de todo este proceso, y los propios empleados son sometidos al escáner al entrar o salir de la planta -pude ver como a una joven la paraban e inspeccionaban un libro que llevaba en la mano, por si había escondido algo en su interior-. Unos paneles colocados en las paredes muestran la fotografía de los operarios que han conseguido alguna mejora en el desarrollo del producto, ya sea reducir unos segundos el tiempo necesario para el montaje de alguna pieza o descubrir un fallo en la cadena de trabajo.

Songshan Lake es un reflejo de esa China capaz de liderar la revolución industrial del siglo XXI en unas pocas décadas. Un país cuya economía crece por encima del 6 % y tiene todos los rasgos (los buenos y los malos) del capitalismo. Pero hay otra China que todavía vive anclada en la era comunista, que controla a sus habitantes y fotografía sus caras al entrar en cualquier recinto, que impide el acceso a Internet _es imposible hacer búsquedas en Google, entrar en numerosas páginas web o usar Gmail, Facebook, Instagram, WhatsApp... sin una VPN o red privada virtual_ y que permite impunemente la copia de la propiedad intelectual. En Shenzhen hay centros comerciales enteros, como el de Luohu, especializados en réplicas, y en el distrito tecnológico de Huaqiang las flagship stores de compañías como Huawei conviven con las tiendas falsas de Apple y cuchitriles en los que se hacen falsificaciones de todo tipo de dispositivos electrónicos.

La fórmula de «un país, dos sistemas» que propuso Deng Xiaoping ya no se limita a las vecinas excolonias de Hong Kong y Macao, prácticamente toda la cinta costera de China ha adoptado un modelo que ha disparado el desarrollo de esta región. Y no necesitan al resto del mundo: son un autosuficiente mercado de 1.400 millones de personas, y subiendo.