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Todos los móviles del presidente

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The White House

Hasta ahora los hilos del mundo se han movido de Blackberry a Blackberry, con alguna que otra incursión de Apple. Pero firmas como Samsung o LG ya están en condiciones de considerarse una seria amenaza para la hegemonía del estandarte mundial de la seguridad

07 abr 2014 . Actualizado a las 12:57 h.

El prestigio de Blackberry empieza a hacer aguas. La marca tecnológica por excelencia del sector empresarial, considerada la más segura del mercado, ha dejado de ser la favorita en los grandes despachos. De momento, Barack Obama y Angela Merkel se mantienen fieles a la compañía de la mora, pero los medios estadounidenses aseguran que la Casa Blanca ya ha empezado a hacer pruebas con modelos de Samsung y LG para uso interno.

Con la inquietud metida en el cuerpo después de que el joven analista Edward Snowden picase billete de tierras americanas, encontrase un buen escondite en el continente asiático y tirase de la manta destapando una trama de espionaje masivo de dimensiones incalculables, orquestada por el servicio de inteligencia estadounidense, los cabezas de Gobierno de todo el mundo pusieron patas arriba sus gabinetes pertinentes para cifrar, blindar y empalar si fuese necesario sus hilos de mensajes y sus llamadas y hacer desaparecer cada miga de pan que dejasen sus comunicaciones. Con este panorama, de momento nada discreto, y echando por tierra el bonito titular Dime qué móvil utilizas y te diré de qué país eres, el reparto mundial de smartphones queda en estos momentos de la siguiente manera.

Obama no suele dejarse ver móvil en mano, pero es de dominio público que el presidente de los Estados Unidos es un firme defensor de la tecnología Blakberry, un cariño que dispara a la compañía al podio de las firmas mundiales de telefonía. ¿Qué garantía mayor que ser escogido por el jefe de Gobierno de uno de los países más poderosos del mundo, por no decir el que más? Se desconoce el número exacto de Blackberry que acumula el presidente, pero, como mínimo, cuenta con dos en sus bolsillos, una de ellas, modelo Curve 8900. Sus terminales están configurados con un software único, que funciona a través de un servidor propio, capaz de cifrar las llamadas y los correos electrónicos. Pero ni siquiera el propio Obama puede utilizarlo alegremente; únicamente se parapeta detrás de este sistema a prueba de superdotados piratas informáticos para llamar a determinados números e intercambiar mensajes con otras personas que tengan en su poder este tipo de Blackberry acorazadas. El nivel de seguridad es tan extremo que el inquilino de la Casa Blanca tiene vetada la recepción de archivos adjuntos en sus teléfonos y está obligado a cambiar regularmente su dirección de email. Solo diez personas en el mundo la conocen. Es por esta razón protectora por la que, básicamente, Obama no maneja un dispositivo de Apple. No, al menos, como primera opción, porque el Gobierno estadounidense utiliza asiduamente las tabletas de la firma de Cupertino.

Al otro lado del mundo, en Rusia, las cosas funcionan de manera radicalmente distinta. El asceta Vladimir Putin prefiere prescindir de cacharros móviles personales y dejar la gestión de las comunicaciones gubernamentales en manos de un equipo especializado. El presidente ruso confesó en alguna ocasión que dispositivos no le faltan, lo que le falta es el tiempo para utilizarlos. Esta reticencia de Putin, tal y como apunta The Guardian en un reportaje sobre el tema, podría estar relacionado con los problemas de seguridad que sufrió con la KGB. Con el gobernante desentendido en este campo, el Kremlin contaba hasta ahora en sus despachos con una colección de iPads de fabricación estadounidense. Las últimas informaciones revelan, sin embargo, un importante cambio de preferencias en el equipamiento tecnológico. El ejecutivo ruso ha abandonado las tabletas de Apple y se ha adueñado de un buen lote de dispositivos Samsung de factura surcoreana. ¿Tuvo que ver en la migración el conflicto ucraniano? El ministro ruso de Comunicaciones y Medios Nikolai Nikiforov desechó esta teoría, matizando que la portabilidad tuvo lugar ya hace tiempo, pero dejó entrever, en cambio, razones de seguridad que podrían estar relacionadas con el caso Snowden. «Cierta información en las reuniones del Gobierno es de carácter confidencial y estos dispositivos cumplen plenamente con estas exigencias y han pasado por el más estricto sistema de certificación», apuntó.

Al parecer, el Gobierno estadounidense también se encuentra en trámites con los chicos de Corea del Sur. Las tabletas firmadas por Samsung ya ejecutan una solución de seguridad móvil empresarial basada en Android, bautizada como Knox, y podrían llegar a aislar la información confidencial -en ello está el fabricante- en contenedores separados y chips SIM distintos, una tentación muy golosa para las altas esferas de poder.

Excepto Merkel, que alterna la utilización de su tradicional Nokia 6260 Slide -interceptado por la NSA en su programa de escuchas- con una BlackBerry Z10, los socios europeos se inclinan más por la manzana mordida. Hollande, fiel usuario de Apple, presume de iPhone 5 en comparecencias, actos y festividades varias oficiales, pero a nivel ejecutivo, el equipo de mando francés, al igual que el alemán, reforzó las medidas de seguridad cuando salió a la luz la intromisión de los estadounidenses.

El caso de Kim Yong Un, como no podría ser de otra forma, es el más polémico de la lista. La hermética dictadura del líder norcoreano tiene cerrado a sus ciudadanos el acceso a Internet y solo la idea de intercambiar un triste Whatsapp es toda una utopía en tierra del sucesor de Kim-Jong II. La rutina de comunicaciones del mandatario ha generado siempre, por esta razón, un curiosidad inaudita. ¿Qué móvil utiliza un hombre que censura cualquier tipo de flujo informativo en el país que gobierna? Durante una reunión, celebrada en el 2013, el objetivo de los fotógrafos captaron un solitario dispositivo sobre la mesa que presidía Kim Yong Un. Durante días, los medios alimentaron la especulación, apostando todas sus cartas a que, o bien se trataba de un Samsung, o bien de un HTC. Inmediatamente, la factoría del Galaxy desmintió que se tratase de alguno de sus aparatos y la agencia de inteligencia surcoreana dio por sentado, entonces, que no podía ser otro que el dispositivo taiwanés.