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Google Glass: Un paseo con las gafas frikis

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto BARCELONA / ENVIADO ESPECIAL

OCIO@

javier armesto

La Voz prueba en Barcelona las Google Glass: funcionan, puedes grabar a la gente sin que nadie lo sepa, pero todo el mundo te mira

27 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«¿Está apagado? Mira al techo y baja la cabeza. No, no, al techo y luego al frente... pero haz un movimiento solo. ¡Más rápido! ¿No pone opciones por ahí? ¿Qué pone?». Bruno Sánchez-Andrade se desespera mientras intenta enseñarnos a encender las Google Glass con un leve asentimiento. Estamos en el Mobile World Congress y este astrofísico asturiano, que trabaja en Washington DC en la empresa de cartografía digital Mapbox, se ha traído las gafas inteligentes de Google para que las probemos.

Vamos al grano: las gafas funcionan. Un simple toque en la patilla con el dedo, pronunciamos las palabras mágicas -«OK Glass»- y el dispositivo se enciende. En nuestro campo de visión, arriba a la derecha, aparece una pantalla diminuta con un menú que ofrece distintas opciones: hacer una foto, grabar un vídeo, consultar el correo, buscar una dirección en Google Maps... De nuevo acariciando la patilla se va bajando por la lista, y con otro toque se selecciona la opción correspondiente. Todo rápido, limpio y silencioso.

Las gafas se pueden configurar para activarlas con la cabeza (lo conseguimos después de varios intentos, con grave riesgo de dislocarnos la nuca), e incluso se pueden establecer los grados de inclinación necesarios para que respondan. También obedecen instrucciones habladas y, a la vez, nos dan indicaciones a través de un pequeño altavoz situado en la patilla. «Todas las razones por las que tú sacarías el móvil del bolsillo las tienes a un comando de voz, literalmente. Llamar, mapas, direcciones, vídeo, teléfono, la hora, lo que sea, solo tienes que parpadear o hablar», explica Bruno.

La pantalla no es nada intrusiva: podemos mirar al frente y no darnos cuenta de que está encendida. Así que se pueden llevar permanentemente puestas. Las hay de varios colores, pero como si fueran transparentes: todo el mundo te mira. «Ese es el gran problema -comenta Sánchez-Andrade-. Para el que la usa es una pasada, te llega un mensaje u otra notificación, quieres ver direcciones, puedes decirle cosas como ??¿va a llover mañana??? o ??necesito un paraguas??, y te entiende y te responde. Pero para el resto de la gente hay mucha fricción, porque es muy obvio que las llevas, es friki, es un montón de pasta y puede ser peligroso llevarlas en ciertos sitios, y porque tiene una cámara de vídeo y me puedes estar grabando sin que yo lo sepa».

Las gafas no están todavía a la venta. Bruno las ha conseguido -previo pago de 1.500 dólares- porque forma parte del programa de desarrolladores de Google. Cuando salgan al mercado se especula con que costarán entre 400 y 600 euros.

La idea es que el dispositivo se use, ver cómo funciona en la realidad, pero también que salgan aplicaciones nuevas. «Yo tengo una que te traduce los menús: tú miras un menú en inglés y en la pantalla de las gafas te aparece traducido al español; y otra que cuando vas corriendo cada cinco minutos te dice la velocidad, la distancia... Hay una app de recetas de cocina y otra que te manda fotos del National Geographic», detalla Bruno.