El tenis de mesa surgió en Inglaterra como una rama del tenis, a pesar de que se desconocen sus orígenes concretos. Algunas teorías apuestan por que la adversa climatología empujó a los primeros jugadores a llevar a cabo partidas de tenis en espacios más pequeños y resguardados, inventando una especie de tenis en miniatura que fue evolucionando hacia el pimpón. Así, utilizando una mesa de billar o de comedor, dividida en dos campos mediante libros o una cuerda, se disputaron las primeras partidas improvisadas de tenis de mesa, con tapones de corcho como pelotas y tapas de cajas de puros como raquetas. Los estudiantes universitarios adoptaron esta constumbre como juego de salón en toda Inglaterra y en el año 1884 la firma F. H. Ayres Ltd. ya vendía un juego de tenis de salón en miniatura. El famosos atleta James Gibb dio un paso más e improvisó una red fija a dos postes sobre una superficie de madera elevada del suelo, inventando un juego de 21 puntos con pelotas de goma. Fue Gibb también el que acuñó el nombre de «Ping Pong» a este juego, por el sonido «Ping» que hacía la pelota de celuloide al chocar con las raquetas recubiertas en pergamino y el sonido «Pong» al impacto de la bola con la mesa.
Los primeros años del siglo XX acogieron las pioneras competiciones de tenis de mesa, comenzaron a fundarse asociaciones deportivas en Inglaterra y la fiebre del pimpón se extendió por todo el mundo, lo que obligó a mejorar la calidad de las pelotas y los materiales de las raquetas. Al principio, este deporte estaba reservado a las clases aristocráticas inglesas, pero con el tiempo el tenis de mesa se extendió a nivel mundial. En 1922 ya se conocía el tenis de mesa en Suecia, Francia, Gales o Europa Central, estaba regulado y se jugaban campeonatos con regularidad. Como curiosidad, la Unión Soviética prohibió este deporte durante principios del siglo XX creyendo que era perjudicial para los ojos.