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Kim Schmitz, un «hacker» excéntrico y ostentoso

Paulino Vilasoa Boo
P. VILASOA REDACCIÓN / LA VOZ

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Residencia del fundador de Megaupload, Kim Schmitz, en Auckland (Nueva Zelanda).
Residencia del fundador de Megaupload, Kim Schmitz, en Auckland (Nueva Zelanda). Elliot Kember

La vida de derroches y lujo del fundador de Megaupload, unida a su falta de discreción, acabaría por ponerlo en el punto de mira de las autoridades.

24 ene 2012 . Actualizado a las 17:32 h.

Kim Schmitz nunca se caracterizó por su discreción. Nacido en Kiel (Alemania) y poseedor de doble nacionalidad (alemana y finlandesa), el fundador de Megaupload, que se hace llamar a sí mismo Kim Dotcom (Kim Puntocom , así, con todas las letras, en español), ha visto salpicados sus 38 años de vida de todo tipo de excentricidades que van desde imponentes propiedades y exclusivos coches hasta una oferta de recompensa de 10 millones de dólares a quien encontrase a Bin Laden.

Kim inició su carrera como hacker en 1994 con la fundación de una empresa de seguridad informática, DataProtect, tras lo que participó, en 1999, en el diseño de un avanzado sistema que permitía a los Mercedes-Benz tener acceso a Internet. Una época en la que ya fue arrestado en dos ocasiones por fraude, espionaje electrónico, almacenamiento de productos robados y tráfico de influencias. Volvió a ser detenido en el 2002 en Bangkok y deportado a Alemania por delitos de abuso de información (en el caso de mayor magnitud al respecto en Alemania hasta entonces) y malversación.

Pero esto es hablar solo de los malos momentos de una vida que fue, en términos generales, mucho más divertida, caracterizada por un excesivo derroche y una falta de discreción que, finalmente, le han acabado delatando.

Ya mudado a Auckland (Nueva Zelanda), y tras el rotundo éxito de su imperio en la Red -un conglomerado en el que se incluyen entre otras las páginas Megaupload, Megavideo, Megaporn y Megaerotic-, Schmitz comenzó a invertir sus ganancias en los artículos de lujo y los coches de alta gama, de los que el FBI se ha incautado 24 modelos, con una acusada predilección hacia los Mercedes-Benz. De sus automóviles, entre los que sobresalen tres modelos de los que solo se llegaron a comercializar 100 unidades, destacan sus curiosas matrículas. Stoned («colocado»), Mafia, Police («policía»), Wanted («Se busca»), Hacker, Guilty («culpable») eran algunas de las peculiares y hasta premonitorias «firmas» con las que Schmitz había bautizado a los objetos de su obsesión.

Una fijación por el motor que le llevaría incluso a participar regularmente, muy en sintonía con sus excentricidades, en la Gumball 3000, una aclamada carrera anual de coches de lujo de la que son asiduos Adrien Brody, David Hasselhoff o Dennis Rodman, entre otros.

Su gusto por acaparar la atención no acaba ahí y, tras los atentados el 11-S, se lanza a ofrecer, ni más ni menos, una recompensa de 10 millones de dólares a quien encuentre a Bin Laden, animando a los hackers a unirse a sus Jóvenes Hackers Inteligentes contra el Terrorismo (que en sus siglas en inglés, YIHAT, suena muy parecido al término de «yihad» islámica) y a su web Kill.net, con el mismo propósito.

Sus continuas excentricidades y pasión por los lujos, entre los que destaca su imponente mansión en Coatesville, cerca de Auckland, de más de 30 millones de dólares, acaban llevando a las autoridades a investigar al polémico personaje.

Kim Schmitz decidió utilizar sus ingresos más para su disfrute personal que para inversiones inteligentes. Quizás era consciente de que, al fin y al cabo, poco le iba a durar.