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El faro de Punta Frouxeira, en Valdoviño, entra en la treintena

ANA F. CUBA VALDOVIÑO / LA VOZ

PUERTOS

Vista aérea del entorno de la torre, cuya construcción costó 35 millones de pesetas, unos 210.000 euros
Vista aérea del entorno de la torre, cuya construcción costó 35 millones de pesetas, unos 210.000 euros CESAR TOIMIL

Las obras acabaron en 1992 y entró en funcionamiento dos años después. Fue la primera señal marítima automatizada de toda la costa española, pionera en el uso de tecnología led

23 ene 2022 . Actualizado a las 04:14 h.

El faro de Punta Frouxeira, en Valdoviño, emite cinco destellos en 15 segundos. Así desde 1994, cuando entró en funcionamiento. Las obras, con un presupuesto de 35 millones de pesetas (210.000 euros), fueron ejecutadas por la Demarcación de Costas, dependiente del entonces Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (Mopu), comenzaron en 1991 y acabaron al año siguiente. En 1992 se aprobó la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante, por la que todas las señales marítimas pasaban a depender de las autoridades portuarias, entidades de nueva creación, como recuerda Ignacio Fernández, actual responsable de Señales Marítimas de la AP Ferrol-San Cibrao.

El Plan de Señales Marítimas 1985-1989 establecía que a una distancia de 12 millas de la costa «siempre tenían que estar visibles dos faros, y una vez rebasado el del cabo Prior [Ferrol] no se cumplía, porque el siguiente era el de Punta Candieira [Cedeira]», explica Fernández, que entonces era técnico del Puerto de Ferrol. Poco después se levantó el faro de Punta Nariga, en Malpica. En el caso de Punta Frouxeira, Costas erigió la torre, pero faltaban la óptica y el equipamiento, de lo que ya se ocupó la AP. «Originalmente, el edificio estaba acristalado por tres caras [la otra era el muro de carga], pero con la lluvia y el viento entraba agua, y en 2005 se decidió reformarlo y hacer muros con ventanas», detalla Fernández, que lleva 36 años en este organismo.

A él se debe que el faro de Punta Frouxeira fuera el primero automatizado de la costa española. «Fue pionero en la monitorización en remoto. Se lo propuse al entonces director del Puerto, Germán Díaz, ya en 1994, cuando iba a entrar en operaciones. Entonces no había ni siquiera empresas dedicadas a eso y tuvimos que buscar en Granada, la compañía ICR [Ingeniería y Control en Remoto], que se encargaba de la monitorización de las acequias de riego. Contactamos con ellos, vino un técnico y estuve con él durante una semana para diseñar el software, indicándole toda la información que necesitábamos saber», señala.

El sistema funcionó, y unos años más tarde, Puertos del Estado licitó la automatización de todos los faros para permitir su control en remoto. De 1994 a 1996, en la zona se monitorizaron los de cabo Prior, Prioriño y Punta do Castro. En 2012, el faro de Meirás volvió a ser pionero, al convertirse en el primero de largo alcance equipado con tecnología led, a cargo de la firma valenciana Mediterráneo Señales Marítimas. Hasta ese momento solo se utilizaba para balizas de corto alcance.

¿Qué había antes del faro en este estratégico punto de la costa de Meirás? «Unha base militar. Cando rematou a guerra fixéronse unha serie de túneles coa idea de meter proxectores de luz para alumar as baterías de Campelo e as de Prior, por se había un desembarco na praia da Frouxeira e tiñan que bombardear», responde Ramón Castro, vocal de la asociación de vecinos. «Non chegou a haber ningún desembarco, pero aí seguen, debaixo do faro, son uns verdadeiros miradoiros [...]. E alí cerca, na Punta Negra, hai unha caseta subterránea cunha mirilla para meter unha ametralladora ou uns prismáticos, para vixiar a praia da Frouxeira», cuenta. Allí fue donde rodó La muerte y la doncella el director franco-polaco Roman Polanski.

El padre de Ramón, que hoy sobrepasaría los cien años, recordaba que «a zona onde está o faro era un pinar, chamábanlle o pinar vello porque había pinos grandísimos, pertencía á condesa Pardo Bazán». «Todo era dela, cortouno para vendelo, porque valía moito, e nunca máis se deron os pinos alí», relata. Los días de temporal, el mar bate con tanta fuerza contra las piedras que las olas brincan por el acantilado, de cerca de 40 metros de alto.

«Á xente chámalle moito a atención», apunta este vecino, que no entiende la actitud temeraria de algunos: «Nunca pasara nada, pero agora a xente métese tanto na beira do mar... e non saben que vén unha alentía [la ola traicionera] e os pode levar. Téñolle dito a algún que se quitara de alí. É xente insensata. En 70 anos, e fun de crío coas vacas por alí, nunca me acerquei, nin eu nin os máis veciños. E agora, cando hai temporal teñen que cerrar a estrada. A ignorancia é atrevida». Con o sin alentía, desde que cae la tarde, la luz del faro de Punta Frouxeira acaricia la costa.