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¡Larga vida al cangrejo real! en Noruega

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro REDACCIÓN

PESCA Y MARISQUEO

cedida

Bugøynes estuvo al borde de la extinción, pero sus residentes encontraron un salvavidas en la pesca de este crustáceo, convertida en una atracción turística de la villa

08 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

 Nadie diría hace solo dos años que Bugøynes, pequeño enclave pesquero situado en el extremo norte de Noruega y fundado por finlandeses, se convertiría en el centro neurálgico de la pesca del cangrejo real en Europa, salvándolo por el camino de su propia extinción.

La invasión rusa de Ucrania lo cambió todo para este pueblo, donde residen poco más de 200 personas. En su muelle, donde apenas podían contarse dos barcos atracados, ahora se cuentan por decenas. Unos van a alta mar, a capturar bajo las gélidas aguas del mar de Barents el preciado cangrejo real, un manjar por el que se llega a pagar entre 130 y 150 euros el kilo en la UE. Otros han aprovechado el interés inusitado que ha despertado esta pesquería entre los viajeros —popularizada en programas de televisión como Pesca Radical— para hacer caja con lo que ellos mismos denominan «safaris» por alta mar, excursiones para contemplar cómo se recogen las nasas con los crustáceos que serán cocinados al volver a puerto. Las trampas se llenan de cangrejos capturados previamente, pues no hay ejemplares suficientes para tanto trasiego de turistas. Lo mismo que ocurre en Galicia, donde no hay tanto pulpo de la ría para tanta ración servida en verano, así que los restaurantes recurren al de Marruecos.

Pero, sin duda, la mayor fuente fortuita de ingresos con la que han tropezado los residentes de Bugøynes ha sido la guerra en Ucrania. Hasta el 2022, Rusia controlaba el 94 % del mercado de cangrejo real. Eso cambió desde entonces, a raíz de las sanciones impuestas por Occidente, que cerró las puertas a sus capturas. Con esta tesitura, los ojos de la industria se volvieron hacia Bugøynes. El resto, ya es historia. Solo hay que echar un vistazo a los datos: las exportaciones noruegas de este crustáceo aumentaron un 42 %, según Bloomberg.

Un «SOS» en la prensa

No fue fácil mantenerse a flote. En los años 60, esta aldea de pescadores estuvo a punto de desaparecer. Científicos rusos liberaron en el mar ejemplares de cangrejo rojo real, una especie que no tardó en expandirse hacia Noruega. Su llegada arruinó los ecosistemas locales —mermó las poblaciones de mejillones, vieiras y bacalao— y los barcos pusieron rumbo a puertos más accesibles y atractivos. En 1987, la lonja de Bugøynes echó el cierre. El declive parecía imparable, hasta tal punto que sus residentes llegaron incluso a publicar un anuncio en la prensa nacional buscando «cualquier lugar que quisiera acoger a 300 nuevos habitantes», tal y como recuerda el Consejo de Productos del Mar de Noruega. 

El cangrejo, su salvavidas

Algunos habitantes se resistieron a abandonar el barco y, tras capear varias crisis, optaron por la tradicional estrategia de «si no puedes con tu enemigo, únete a él». Así fue como empezaron a lanzar las nasas al mar y convertir este enorme crustáceo en su principal sustento. ¿Cómo lo consiguieron? «Me recorrí prácticamente toda Europa con cangrejos reales bajo el brazo», explica al Consejo Øyvind Seipæjærvi, un empleado de banca reconvertido en pescador y emprendedor. Está feliz de que ahora se sirva en marisquerías de lujo de todo el mundo, desde Tokio a Hong Kong y Las Vegas.

Saber venderse

La resurrección de Bugøynes no se atribuye en exclusiva al buen sabor del cangrejo, sino a la forma en que la comunidad local ha sabido promocionar su medio de vida. No capturan cangrejos sino «criaturas árticas». No ofrecen un viaje en barco a los turistas, sino un «safari» para capturar ejemplares con tus propias manos, y no es una simple aldea pescadora, sino «uno de los pocos enclaves que no fueron quemados y destruidos por los alemanes en la II Guerra Mundial».