Algo está pasando en las rías
PESCA Y MARISQUEO

Convivimos con las condiciones naturales de nuestro entorno. Nadie lo sabe mejor que los marineros. El mar fue siempre ese factor natural a escrutar antes de zarpar y hasta el regreso a puerto. Las condiciones naturales mandan, aunque por suerte la mayor parte de las veces se pesca o se cosecha lo esperable, y el tiempo en el mar tiende a ser razonablemente manejable más allá de zarpazos trágicos y de esos días en los que te amarra la flota. Todo tiende al equilibrio.
Pero eso está cambiando últimamente. Dejando aparte episodios meteorológicos en tierra más o menos extremos para los que casi siempre alguien recuerda un precedente, la concurrencia de una serie de factores naturales recientes, aún no identificados del todo, parece estar detrás de mortandades locales injustificadas, de ciertas alteraciones de ciclos biológicos, o de la distribución misma de algunas especies. Y aunque en 2023 han coincidido excepcionalmente varios de esos elementos naturales conocidamente perturbadores, se advierte en determinadas zonas un efecto adverso más estructural sobre el medio y sus recursos.
A las puertas de una tragedia
¿Qué está pasando en las rías? De momento poco se sabe, más allá de una certeza irrefutable: la producción marisquera gallega está a las puertas de una tragedia. Sin paliativos. Científicos de uno y otro lado tienen mucho que explicar, entre otras cosas porque, a igualdad de condiciones, esta brutal caída de la producción viene de lejos en determinadas zonas, y no afecta en cambio a algunas excepciones que pese a todo están trabajando bien.
Pero esa desigual capacidad productiva no merma en absoluto la incuestionable perturbación anómala de los mercados pesqueros que resulta de una disminución tan drástica de la producción general. Al contrario: está demostrado que la caída significativa de la oferta de cualquier especie, aunque afecte en apariencia a unas pocas zonas de producción, acaba comprimiendo la demanda global y trasladándose automáticamente a los precios en lonja del poco producto disponible, donde se inicia el círculo vicioso desabastecimiento-encarecimiento-desistimiento-sustitución-pérdida de mercado, que pone en serio peligro la implantación y pervivencia de un bivalvo autóctono cada vez más ausente en los lineales. Creer que en un escenario de escasez se gana más es un espejismo cortoplacista, luces cortas que en unos kilómetros conducen al abismo. Y en eso estamos por desgracia. Este año lo estamos viviendo dramáticamente.
Una preocupación más, en suma, para un sector camino del declive. No es este el sitio adecuado para abrumar con los alarmantes números que reflejan la caída, sostenida y creciente, de la producción marisquera, aunque basta mirar las más recientes estadísticas de Eurostat. Venga de donde venga la causa última, la situación es muy seria. Más que seria, dramática. Excepcional, anómala y de origen no aclarado todavía; pero letal, no solo para las zonas que ya han cerrado sino para la cadena mar industria autóctona gallega en su conjunto.
Combatir esa extraña sensación de derrota
Visto lo visto, se imponen dos preguntas: ¿El desastre que estamos viviendo ahora mismo es aún reversible? Y ¿podemos hacer algo?
Desde luego. Es más: debemos hacer algo. Porque la gravedad extrema de la situación impone combatir esa extraña sensación de derrota, de resignación ante lo que parece asumirse como inevitable, que se ha ido generalizando en muchos ámbitos. Lo vemos cada día. El desconcierto y la consiguiente parálisis se han adueñado de quienes deberíamos tomar las riendas de la situación, trabajar en la identificación precisa de las causas, y promover y ejecutar al unísono medidas robustas, cueste lo que cueste, para paliarlas más allá de las (imprescindibles) compensaciones temporales mientras duren esta excepcional caída de producto y sus efectos permanentes en el tiempo. Compensaciones que están previstas en la normativa comunitaria, que se han arbitrado precisamente para paliar este tipo de situaciones anómalas, y que son claramente justificables y van a ser vitales para la pervivencia en el corto-medio plazo de la cadena mar industria dependiente de la producción primaria de bivalvos.
Pero cada cosa en su sitio: el objetivo colectivo último en el largo plazo debe ser más amplio, ambicioso y coherente como país: recuperar y preservar la fuente de riqueza singular que es para Galicia su sector mar industria. O lo que es lo mismo: seguir viviendo dignamente del y por el mar.
No admite soluciones mágicas
El problema es muy complejo y no admite soluciones mágicas. Cierto. Probablemente sea momento de repensar algunas dinámicas instaladas desde siempre y hacer de la necesidad virtud. Que ya toca. Hay datos que invitan a la esperanza, pero debemos actuar ya. No hay tiempo. No hay opciones más allá de dar un golpe en la mesa, escrutar con decisión y sin miedos lo que está pasando en las rías, y repensar las soluciones a implantar entre todos.
Porque no nos engañemos: frente al individualismo y a la ancestral dispersión de objetivos que a menudo nos caracteriza, hay un realidad incontestable: de la playa al supermercado somos una cadena, y ahora mismo todos sus eslabones se la están jugando.