La UDC participa en un estudio que demuestra la «conexión global» de las ostras
ACUICULTURA

El estudio revela el protagonismo de una región nipona en el origen del suministro mundial del molusco y en la propagación de otras especies
15 abr 2025 . Actualizado a las 20:56 h.Las personas que comieron una ostra en cualquier lugar del planeta, lo más probable es que ingirieran una procedente del Pacífico (Magallana gigas), y que probablemente provenía de una región relativamente pequeña en el nordeste de Japón llamada Prefectura de Miyagi. Así lo concluye un nuevo estudio internacional en el que participa la investigadora de la Universidade da Coruña Lucía Couceiro López, y que acaba de ser publicado en la prestigiosa revista de investigación Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS). La investigación «revela el legado genético de esta expansión global y lanza luz sobre las consecuencias ecológicas más amplias de la acuicultura», señalan desde la UDC.
El estudio fue realizado por un grupo de investigadores procedentes de 26 instituciones —universidades y centros de investigación— de 10 países distintos: Estados Unidos, Alemania, Argentina, Chile, Francia, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Suecia, Japón y España. Un equipo que estuvo liderado por el investigador del College of Charleston, en Carolina del Sur, Erik Sotka.
Utilizando herramientas genéticas y estadísticas, los autores de este trabajo desarrollaron un nuevo marco analítico para rastrear los movimientos de la especie trasplantada y los numerosos polizones (otros animales, plantas y microorganismos) que viajaron con ella. Sus hallazgos «resaltan patrones clave en la adaptación de las especies a nuevos entornos y el impacto a largo plazo de la acuicultura en la biodiversidad», explican.
El estudio revela que la gran mayoría de las poblaciones introducidas de ostra del Pacífico se originaron en la prefectura de Miyagi, siendo el mar interior de Seto, más al sur, una fuente secundaria. Estas ostras no se introdujeron aleatoriamente, sino que se emparejaron deliberadamente a regiones con condiciones ambientales similares a las de sus hábitats nativos; un proceso que los autores denominan «adaptación ambiental deliberada». «Esto refleja la forma en que cultivos agrícolas como la soja se introdujeron históricamente en diferentes climas según su idoneidad genética», apuntan.
Además, las poblaciones de ostra introducidas mostraron distintos niveles de diversidad genética. Algunas poblaciones no nativas conservaron una alta diversidad debido a su historia acuícola y a la diversidad de su región de origen. Otras, en particular en el norte de Europa y Sudamérica, «presentaron cuellos de botella genéticos, reducciones en la diversidad que podrían limitar su capacidad de adaptación a futuros factores de estrés, como las enfermedades y el cambio climático».
Estos hallazgos «tienen importantes implicaciones para los programas que buscan mejorar la resistencia a las enfermedades y otras características deseables en las ostra de cultivo», señalan desde la Universidad, que considera que «una de las contribuciones más significativas del estudio es su capacidad para distinguir entre vías de invasión competidoras, algo que anteriormente solo se infería a partir de registros históricos».
Al comparar datos genéticos de 14 especies cointroducidas, los autores« determinaron que los trasplantes de ostra fueron el vector principal para seis especies, el transporte marítimo fue más probable para cinco y tres casos permanecieron ambiguos». El estudio también destaca cómo las regulaciones y las prácticas de la industria moldearon los patrones de invasión a lo largo del tiempo. Aunque las introducciones mediadas por ostra disminuyeron en las últimas décadas debido al aumento de la producción en criaderos y la medidas de bioseguridad más estrictas,« el transporte marítimo sigue siendo un vector importante y continuo para la introducción de especies marinas», afirman antes de apuntar que «esto resalta la necesidad de una vigilancia y una gestión continua de las actividades de transporte marítimo global».
A medida que crece la demanda mundial de acuicultura para apoyar la seguridad alimentaria y el desarrollo económico, «es crucial comprender sus impactos ecológicos a largo plazo», inciden los investigadores. El cultivo de moluscos, incluida la acuicultura de ostra, a menudo es considerada una alternativa ecológica al cultivo de pescados y camarones, ya que puede mejorar la calidad del agua y proporcionar hábitat para la vida marina. Con todo, el estudio destaca que« la introducción de especies en nuevos entornos supone desventajas» y los autores establecen paralelismos entre el cultivo de ostra y la domesticación de cultivos y ganado terrestre, que también impulsaron cambios ecológicos imprevistos.
Aplicando enfoques genéticos y estadísticos similares a otras especies de acuicultura, consideran que se puede «comprender mejor el legado de las traslocaciones de especies y desarrollar estrategias de conservación y gestión más efectivas».