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Auditores de la UE creen que los vacíos legales permiten el etiquetado engañoso

E. A. REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

M.MORALEJO

Citan el caso de los productos veganos y vegetarianos, que ni siquiera están definidos

26 dic 2024 . Actualizado a las 04:45 h.

Hace ya tiempo que la industria de transformación de pescado viene insistiendo en la necesidad de legislar para atajar la confusión que crean productos elaborados en base vegetal que tratan de imitar otros de proteína animal que hay en el mercado. Remedos que, además, tratan de adueñarse de los beneficios propios de aquellos de los que pretenden ser sucedáneos. No es un problema exclusivo del pescado. Antes lo experimentaron la carne y los lácteos. Entre todos están pidiendo un desarrollo legislativo para clarificar qué es cada cosa y cómo debe o no debe etiquetarse para que el consumidor tenga claro qué está comprando y qué propiedades nutritivas tiene.

Y, precisamente, el informe que el Tribunal de Cuentas de la UE ha elaborado sobre el etiquetado de los productos refuerza el parecer de la industria pesquera. Los auditores han llegado a la conclusión de que «las lagunas en las normas de la UE dejan margen para etiquetas de alimentos engañosas». Añaden que las insuficiencias de la legislación comunitaria pueden dar lugar a que los consumidores acaben confundidos.

Por ejemplo, las reglas permiten publicitar declaraciones nutricionales y propiedades saludables, como «alto contenido en proteínas», a productos «con alto contenido en grasa, azúcar o sal», como es el caso de las barritas energéticas. También se bendice que se publicite que determinadas sustancias vegetales contribuyen «a la recuperación de energía» o «mejora el rendimiento físico» sin el respaldo de pruebas científicas. Y ya en el caso específico del uso del etiquetado vegano y vegetariano, este no está regulado. Por no haber, no existe siquiera «una definición de este tipo de productos a escala de la UE», que se limitan a normas ISO. De ahí que los auditores de la UE aboguen por «definir qué es de lo que estamos hablando». No hay reglas y debería haber al menos un estándar «para que los consumidores sepan a qué se enfrentan».

Además, se trata de una información que se da de forma voluntaria y, en este sentido, otra de las deficiencias que ha encontrado el Tribunal de Cuentas de la UE es que «los controles funcionan bien para los elementos obligatorios del etiquetado de los alimentos», pero «hay pocos controles, o ninguno, en lo que respecta a la información voluntaria, así como las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables». Eso por no hablar de «las ventas de alimentos en línea (que han aumentado desde la pandemia), ámbito en el que los sitios web de fuera de la UE son casi imposibles de controlar», advierten.

Confusión

En general, los auditores de la UE, que han estudiado la información que acompaña a productos en tres países —Italia, Lituania y Bélgica—, concluyen que «los consumidores pueden perderse fácilmente en el laberinto de etiquetas de alimentos». Si bien están pensadas para «ayudar a tomar decisiones con conocimiento de causa al comprar» productos alimenticios, los compradores europeos «están expuestos a un número cada vez mayor de declaraciones, logotipos, eslóganes, etiquetas y puntuaciones que pueden ser no solo confusos, sino también engañosos».

Keit Pentus-Rosimannus, responsable de la auditoría, señaló: «Las empresas pueden ser muy creativas respecto de lo que introducen en los envases, y las normas de la UE no se han adaptado a un mercado en constante evolución, lo que hace que unos 450 millones de consumidores europeos sean vulnerables a mensajes engañosos intencionados o involuntarios».